Si el personaje que nos devuelve la mirada desde la bóveda central de la sala de los Reyes es Muhammad V, seguramente lo haga con aprobación. Y es que su historia es la de un reino cuya existencia se antoja inexplicable. La de una dinastía instaurada por Muhammad I, llamado Al-Ahmar («el Rojo»), perteneciente a la familia de los Banu Nasr, que se proclamó sultán, se declaró independiente de la autoridad almohade y se instaló en Granada a principios del siglo XIII. Sus sucesores serían los constructores de la Alhambra, la ciudad-fortaleza de los nazaríes que perduró como el último bastión de al-Andalus hasta que fue rendida por los Reyes Católicos en 1492. Pero fue Muhammad V, hijo de Yusuf I y octavo monarca de la dinastía nazarí, quien después de muchos avatares llevaría la paz a su reino y bajo cuyo mandato el conjunto monumental alcanzaría su máximo esplendor y refinamiento. 

La sala de los Reyes forma parte del palacio de los Leones que él mismo mandó edificar durante su segundo reinado, entre 1362 y 1391, y representa el momento álgido del reino nazarí de Granada. Presionado y acorralado por los reyes castellanos, las alianzas que este emir granadino pactó con ellos y con los Benimerines del norte de África garantizaron un largo período de prosperidad y convivencia que contextualizan la ejecución de estas excepcionales pinturas sobre piel, únicas en un edificio islámico por su representación figurativa y cuya ejecución debió de requerir de un equipo de artesanos versados en distintos oficios y técnicas propias de los reinos cristianos. Durante los seis siglos posteriores, expuestas a terremotos, a explosiones y al deterioro ocasionado por el abandono, han estado a punto de desaparecer para siempre.  

El fotoperiodista José Manuel Navia, autor de las imágenes del artículo de portada del número de junio «La Alhambra oculta», ya fotografió hace 20 años a esta figura que preside la bóveda central. Forma parte de un grupo de 10 personajes ilustres cuyas identidades se desconocen. Pudieron ser juristas, cortesanos o incluso los miembros de la casa real nazarí. Dos décadas después de tomar esa foto, y tras un arduo y riguroso trabajo de restauración llevado a cabo por el Patronato de la Alhambra y Generalife, Navia ha regresado a la Alhambra y ha vuelto a encontrarse cara a cara con la imagen renovada de este hombre, de quien algunos expertos afirman que es el propio Muhammad V. Si así fuera, su deseo de perdurar construyendo un edificio que reflejara el esplendor de una civilización condenada a desaparecer se habría cumplido, y explicaría el hecho de que el emir haya recuperado un atisbo de sonrisa mientras nos mira con la complacencia de quienes se saben llamados a trascender.