Preparativos para el té Cuando el hielo marino envejece, la sal se hunde en el océano y el agua dulce y potable se queda en la superficie. Charlotte Naqitaqvik llena de agua una tetera en el campamento de caza que su familia ha montado en Nuvukutaak, cerca de la aldea de Arctic Bay, en el norte de Canadá. Tradiciones alteradas En primavera, cuando los animales migran al norte y el sol nunca se pone, los niños inuit emprenden con sus familias acampadas de varias semanas de duración en las que recorren el Ártico canadiense. Sus mayores les enseñan a cazar y les inculcan valores culturales que llevan más de 5.000 años transmitiéndose de generación en generación. En las últimas tres décadas el hielo multianual, el más grueso (y antiguo) sobre el que se sustenta el ecosistema marino ártico, ha disminuido un 95 por ciento. Los ancianos ya no pueden identificar rutas seguras para viajar sobre un hielo que pierde espesor por momentos, y los patrones migratorios de la fauna están alterándose. El futuro del hielo –y de quienes viven sobre él– es incierto. Abrigada con una parka confeccionada por su madre, Ashley Hughes celebró su décimo cumpleaños acampando con la familia en la bahía de Ikpikittuarjuk. Participó en el concurso de pesca de trucha ártica en el hielo que los inuit celebran cada año. Cuestión de supervivencia La caza de focas es vital en la existencia de los inuit. La piel, como la de esta presa, se transformará en ropa de abrigo. Transmitir conocimientos de caza y obtención de alimento ayuda a las comunidades a sobrevivir en un clima cambiante. Transmisión de conocimientos En el marco de una excursión escolar, Tagoonak Qavavauq enseña a los niños a preparar un pan llamado bannock . El conocimiento ancestral sobre cómo sobrevivir en una tierra gélida desaparece con los ancianos inuit. Muchos están decididos a legar sus tradiciones, sobre todo a aquellos niños cuyas familias ya no cazan ni acampan. Aprender a vivir con recursos limitados es clave para sobrevivir ahora que la inseguridad alimentaria y la nutrición deficiente se perfilan como problemas crecientes en las comunidades inuit. Nuevas generaciones Owen Willie, de 18 años, caza ánsares nivales en su remoto campamento familiar del Ártico canadiense. Willie se sumó a la acampada tras su graduación en el instituto y pasó la primavera siguiendo la migración de los ánsares. Pilares inamovibles Transmitir conocimientos ancestrales de caza y supervivencia se considera crucial en esta época en que se están perdiendo. Darcy Enoogoo, de 36 años, y su esposa se toman vacaciones en el trabajo cada año para salir a cazar focas con sus hijos pequeños. La foca anillada aporta carne rica en vitaminas, grasa combustible y piel con la que confeccionar ropa de abrigo. Aprendizaje rápido Marie Naqitarvik tiene 30 años; de niña no le enseñaron a cazar ni a acampar. Aprendió tras casarse con un cazador profesional. Ahora el matrimonio sale cada primavera a cazar con sus niños en territorios ancestrales. Baches en el camino La filosofía de una acampada es garantizar que las tradiciones Inuit sobrevivan, aunque llegue el momento en que el hielo desaparezca. Aquí, una grieta en el hielo marino se traduce en una travesía orquestada cuidadosamente por Olayuk Naqitarvik, quien arrastra a su nieto en un qamutik, o trineo, cargado de vituallas para la acampada familiar. Pese a estar enferma y débil, la mujer de Naqitarvik, Martha, insistió en participar en la expedición para inculcar a los jóvenes sus conocimientos sobre cómo vivir de lo que ofrece la naturaleza. Este artículo pertenece al número de Mayo de 2020 de la revista National Geographic.