Aunque pesa solo entre 82 y 132 gramos y mide algo menos de 30 centímetros, sus alas extendidas alcanzan los 70 centímetros, lo que otorga al petrel de Bulwer una asombrosa capacidad de vuelo. En la época de cría, cuando hembras y machos se turnan para ir en busca de comida, pueden llegar a cubrir distancias de hasta 2.000 kilómetros. Así lo ha constatado un estudio realizado entre 2010 y 2018 por el Grupo de Ecología de las Aves Marinas de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio), de la Universidad de Barcelona (UB), dirigido por el ecólogo marino Jacob González Solís.
Los investigadores han estudiado a los petreles de Bulwer del Atlántico, que también crían en el Pacífico y el Índico, y han monitorizado 105 viajes anuales de 52 ejemplares, algunos de ellos equipados con GPS, en el islote canario de Montaña Clara, al norte de Lanzarote. «De costumbres pelágicas, es decir, amante del mar abierto, este petrel pasa el invierno en alta mar, y en el Atlántico se reproduce en los archipiélagos de las Azores, Madeira, Cabo Verde y Canarias, único lugar del territorio español donde la especie está presente», dice Marta Cruz Flores, primera autora del estudio.
Entre mayo y agosto, durante el período reproductor, las aves que anidan en las islas Canarias se desplazan para buscar alimento frente a la plataforma continental de Marruecos y el Sahara Occidental y llegan a alcanzar las Azores. «Suelen ser desplazamientos sobre aguas oceánicas, donde atrapan peces, pequeños cefalópodos y algunos crustáceos durante el crepúsculo o por la noche, cuando estas presas emergen a la superficie para alimentarse», explica la investigadora. Son viajes de ida y vuelta a la colonia de cría en los cuales ambos consortes se alternan en turnos de hasta 15 días (el que se queda en el nido no se mueve en ese lapso de tiempo y no se alimenta) para poder incubar el único huevo de la puesta. Una osada estrategia la de esta ave marina amenazada: en España solo quedan unas 1.000 parejas reproductoras.
Este artículo pertenece al número de Mayo de 2020 de la revista National Geographic.