Las excavaciones de este año en los yacimientos de Atapuerca han concluido con la confirmación de un nuevo “Ciclo Virtuoso” que ya predijera a primeros de julio Eudald Carbonell. Gracias al trabajo de unas 180 personas la cantidad de información obtenida en esta nueva campaña de excavaciones ha sido excelente en el ámbito cuantitativo, pero sobre todo en el cualitativo. Herramientas de sílex, cuarcitas y areniscas, ornamentos, utensilios, fósiles de grandes herbívoros y carnívoros, pequeños vertebrados… y de nuestros antepasados, por supuesto. El conjunto de elementos que cada año son recuperados entre los sedimentos es simplemente y llanamente espectacular.
Gracias al trabajo de unas 180 personas la cantidad de información obtenida en esta nueva campaña de excavaciones ha sido excelente en el ámbito cuantitativo, pero sobre todo en el cualitativo.
Este año la Sima del Elefante ha sido especialmente importante ya que la predominancia de restos de suido y tortuga encontrados permiten a los científicos corroborar la hipótesis de que aproximadamente hace 1 millón de años el clima en la sierra era más templado y más húmedo. El descubrimiento más relevante este año ha sido una lasca de cuarzo en el Nivel 7 que evidencia la presencia humana en Atapuerca hace entre 1,3 y 1,4 millones de años.
Susana Santamaría / Fundación Atapuerca
Restos de la Sima del Elefante de hace 1,4 millones de años
Además, las ocupaciones durante el periodo Achelense, hace unos 260.000 años, en el yacimiento Galería, han permitido recuperar más de 1.500 restos de industria lítica y fauna, mayoritariamente caballos y ciervos con unas marcas de corte que indican su procesamiento en el interior de la cueva, donde también han aparecido los típicos fragmentos óseos resultado de la extracción de la médula. Para hacer todo ello los humanos tuvieron que crear utensilios que van desde pequeñas lascas a grandes bifaces.
Susana Santamaría / Fundación Atapuerca
Restos del yacimiento Galería de hace unos 260.000 años
Gran Dolina y TD4
En el enorme espacio de Gran Dolina se ha centrado la investigación principalmente en dos puntos. Por un lado la unidad TD8, cuya colección de herramientas ha permitido confirmar presencia humana entre 500.000 y 700.000 años, con restos de fauna sobre todo de osos, pero también hienas, rinocerontes, caballos y bisontes que —al igual que en la Sima del Elefante— permitirán ahondar más en la comprensión del entorno de la sierra en esa época. Y por otro, en la unidad TD4 ha ocurrido un descubrimiento fascinante y curioso. En el año 1991 se encontró un cráneo de rinoceronte Stephanorhinus etruscus, que actualmente está expuesto en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Ahora, treinta años después, han aparecido en excelente estado de conservación un coxal y una mandíbula que encaja perfectamente con aquel cráneo.
Por si fuera poco, el hallazgo de una herramienta de sílex en este nivel confirma que nuestros antepasados hace casi un millón de años estaban acostumbrados a vivir entre aquellas grandes bestias. Y es que la interpretación de los restos es menos compleja cuando las piezas que aparecen están tan completas como el cráneo de oso (Ursus deningeri) de hace unos 400.000 años encontrado en la Sala de los Cíclopes. Algo importante porque confirma que esa especie convivió con los humanos en la Sima de los Huesos. En esta última el fósil más destacado de esta campaña ha sido un astrágalo completo (uno de los pequeños huesos que conforman el tobillo) gracias al cuál los investigadores podrán estimar el peso aproximado del sujeto e incluso el sexo.
La Cueva Fantasma, por su parte, ha retomado la actividad desde donde se dejó en 2020 en numerosas unidades que permitieran generar un gran perfil estratigráfico. De entre todo lo encontrado destacan a nivel de industria lítica las diferentes herramientas de origen Neandertal. Entre ellas una magnífica lasca de sílex con marcas de uso y algunas bases de piedra sobre las que los homínidos golpeaban los huesos. Y a nivel de fósiles de han aparecido repartidos en los diferentes niveles del yacimiento en su mayoría de caballo, pero también de bóvidos y ciervos, restos articulares y falanges de rinoceronte, dos mandíbulas de hiena y un maxilar de oso.
Foto: Susana Santamaría / Fundación Atapuerca
Restos de Gran Dolina de hace unos 950.000 años
En la Cueva del Mirador se ha trabajado sobre el terreno en los sondeos abiertos para confirmar si existía alguna galería del sistema kárstico de la sierra de Atapuerca que no se conociera aún, lo cuál abriría las puertas —nunca mejor dicho— a seguir aumentando la entidad de un yacimiento ya de por sí excepcional. Los restos ya documentados del sector 200 —hace unos 6.000 años— han dejado patentes los usos y costumbres de aquellos primeros pastores y agricultores. Las interesantes conclusiones extraídas han sido relacionadas con el fuego y la combustión de estiércol, y el hallazgo de un gran número de neonatos y fetos de oveja y cabra. La ciencia ha sido determinante gracias a la detección de progesterona (una hormona relacionada con el embarazo) por química analítica, ayudando a concluir que ese lugar fuera posiblemente el sitio en el que aquellos pastores guardaban a las hembras durante los momentos previos y posteriores al parto. En cambio, en el sector 100 del yacimiento —de hace 6.700 años— lo que se ha encontrado son numerosos ornamentos muy curiosos entre los que sobresalen los colgantes hechos con caninos de ciervo perforados y brazaletes de mármol.

Caballos, vacas y ovejas
Los restos neolíticos en forma de cenizas con reminiscencias de caballos salvajes, vacas y ovejas encontrados en el Portalón indican la capacidad de explotación animal de aquellos pobladores. Caza y ganadería. Además, hay constancia de que se usaban esos fuegos para procesar la comida o tratar el sílex para poder trabajarlo. El sitio tiene también punzones y agujas hechas de hueso, elementos ornamentales, cerámicas finamente decoradas, percutores, hachas pulidas… Después de ellos, durante la Edad del Bronce, el contexto habitacional es también palpable. Así lo atestiguan la importante cantidad de fragmentos de cerámica refinada o los restos de fauna que se han recuperado.
Por su parte, en la Galería de las Estatuas Exterior no se empezó a trabajar hasta el año pasado. Sin embargo, está siendo especialmente rico en restos de utensilios y fauna fósil de bisonte, caballo, rinoceronte y ciervo pertenecientes a la época de los neandertales que ayuden a entender el contexto de esa especie. Se han recuperado casi 800 piezas, la mitad de ellas de piedra tallada en cuarcita y sílex, entre las que destaca uno de los bifaces más grandes encontrados en la sierra hasta día de hoy. En el yacimiento del Interior también han aparecido fósiles de macrofauna y herramientas de sílex neandertales.
Nuestros antepasados hace casi un millón de años estaban acostumbrados a vivir entre aquellas grandes bestias
La limpieza de los sedimentos en la estación de lavado del río Arlanzón ha permitido complementar toda la información macro gracias a la identificación de lo micro, esto es, la existencia de animales más pequeños como ratas de agua (Arvicola Jacobea), cuervo (Corvus pliocaenus), diferentes tipos de murciélagos, topillos y aves Paseriformes o pequeños vertebrados del Pleistoceno.
Atapuerca es una especie de cápsula espacio-temporal en la que la realidad supera a cualquier ficción. Enormes bestias, microfauna, plantas, herramientas… y homínidos, claro. Todo ello sumergido entre los sedimentos que las aguas y una serie de complejísimos eventos acaecidos hace miles de años escondieron entre las intrincadas galerías del karst para esperar a ser descubiertos por un grupo de curiosos Homo sapiens sapiens en busca de conocimiento sobre lo que sus antepasados hicieron o dejaron de hacer en un enclave tan especial como ese.