Cuando permanecemos largo tiempo sentados o tenemos una vida demasiado sedentaria, aumentamos el riesgo de sufrir una tromboembolia venosa (TEV), una importante causa de morbilidad y mortalidad en los países desarrollados. Ello explica, por ejemplo, que las mujeres embarazadas o los pacientes que no puedan moverse durante un determinado período de tiempo se les prescriban medicamentos anticoagulantes. Sin embargo, sorprendentemente, aquellas personas que permanecen inmovilizadas durante períodos más largos, sea debido a una lesión o alguna enfermedad, tienen menos probabilidad de sufrir este tipo de obstrucción del sistema circulatorio. ¿Por qué? Un equipo científico ha descubierto que la responsable es una proteína que se autorregula después de largos períodos de actividad y que está presente tanto en los osos como en los humanos. 

 

Aquellas personas que permanecen inmobilizadas durante períodos más largos tienen menos riesgo de sufrir trombos.

La hibernación de los osos es uno de los grandes misterios de la naturaleza. Durante este período de inactividad, a diferencia de otros mamíferos hibernantes, como las marmotas o los murciélagos, la temperatura corporal no se reduce considerablemente, sino que baja solo unos 5 grados centígrados (de unos 38 a unos 33 grados). Eso sí, el metabolismo sigue funcionando, aunque ralentizado al mínimo indispensable. Ni siquiera orinan o defecan.

Como consecuencia de ello, pierden casi la mitad de la grasa corporal, aunque, sorprendentemente, no pierden grasa muscular ni calcio en los huesos, y tampoco sufren más enfermedades, entre ellas los trombos circulatorios, y ello a pesar de que en este estado de letargo, la frecuencia cardíaca disminuye de 50 a unos 10 latidos por minuto. ¿Cómo logra su organismo protegerse de estos coágulos sanguíneos, teniendo en cuenta que permanecen meses sin actividad metabólica? Es lo que trataba de responder una investigación publicada recientemente en la revista Sciencey firmada por un equipo de científicos liderados por la Universidad de Reading, en Reino Unido, con participación de centros de Alemania, Suecia, Noruega y Dinamarca. Según sus pesquisas, se debe a la reducción de la expresión de una proteína, la misma que protege a las personas que sufren largos períodos de inmovilidad. 

Cuando analizaron las proteínas de osos pardos en hibernación, descubrieron que había una específica, llamada HSP47, redujo su expresión, y creyeron que ello podría estar detrás de la disminución de la probabilidad de sufrir un trombo. La proteína HSP47 es liberada por plaquetas, y resulta fundamental para la coagulación de la sangre, una respuesta inmunitaria encabezada por los neutrófilos con la que el organismo reacciona para evitar la pérdida de plasma. 

 

Convergencia evolutiva

Al examinar la proteína en cuestión, los investigadores descubrieron que cuando esta actuaba, ya fuera en osos o humanos, espoleaba a los neutrófilos, favoreciendo las condiciones que podrían dar lugar a una trombosis aguda. Sin embargo, cuando el organismo permanecía largo tiempo inactivo, la expresión de esta proteína se reducía considerablemente, igual que su interacción con estas células inmunitarias, lo que se traducía en una disminución de la probabilidad de sufrir un trombo. Los investigadores dedujeron que debe de existir algún indicador en el movimiento que regulaba la expresión de esta molécula, lo que, según aclara la doctora Manuela Thienel, coordinadora del estudio, a National Geographic, se trata de un caso de convergencia evolutiva de todos los mamíferos. 

Oso pardo saliendo de la hibernación
Istock

Nuevos medicamentos contra la trombosis

El descubrimiento podría ayudar a desarrollar nuevos medicamentos que protejan a pacientes propensos a tener coágulos. “Ahora que ya sabemos que la proteína HSP47 es tan importante, podemos empezar a desarrollar nuevos fármacos que inhiban la función coagulante”, afirma John Gibbins, director de la investigación en la Universidad de Redding. La doctora Thienel especifica que el descubrimiento podría dar lugar a nuevos tratamientos concretos para el tratamiento de tromboembolias venosas o embolias pulmonares. 

De todos modos, cabe recordar que, siempre y cuando no se esté impedido por extrema necesidad, la mejor recomendación para evitar accidentes cardiovasculares sigue siendo el ejercicio físico. Y eso vale tanto para los osos como para los humanos. 

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