Desde misterios policíacos hasta manuales forenses, muchos libros de bibliotecas y colecciones contienen veneno. Es decir, llevan impresa la palabra «veneno» o versan sobre él.
Pero la cosa cambia cuando en ellos hay veneno en el sentido literal, como ocurre con los volúmenes de color verde intenso que aparecen bajo estas líneas. Sus encuadernaciones se tiñeron con un pigmento de la época victoriana que se llamaba verde esmeralda… y contenía arsénico.
Melissa Tedone y Rosie Grayburn, conservadoras del Museo Winterthur de Delaware, intentan localizar esos libros y alertar de su existencia. Su iniciativa, el Proyecto Libro Envenenado, ha descubierto 88 de estos volúmenes mediante avanzadas técnicas espectroscópicas. La mayoría de los libros tratados con verde esmeralda se produjeron en la década de 1850, y es posible que aún queden miles en el mundo, apuntan las expertas. Manipular un volumen tóxico con regularidad puede causar leves efectos indeseados, pero para correr un riesgo de salud grave habría que comérselo entero. «No hay que dejarse llevar por el pánico y tirarlos», advierte Tedone.
Para ayudar a identificarlos, el proyecto remitió imágenes de las cubiertas a diversas instituciones de Estados Unidos y otros 18 países. Hasta ahora han aparecido libros tóxicos en seis colecciones. «Cualquier biblioteca que atesore encuadernaciones de tela originales de mediados del siglo XIX podría tener uno o dos», dice Tedone.
Este artículo pertenece al número de Enero de 2023 de la revista National Geographic.