Severo Ochoa es uno de esos científicos que, por venturas del destino, marcarían un antes y un después en su campo de conocimiento, pues los estudios de Severo Ochoa de Albornoz cambiarían para siempre la biología molecular y la genética. Ochoa, quien ha llegado a convertirse en uno de los científicos españoles más prestigioso de la historia, nació en el año 1905 en la localidad asturiana de Luarca. Fue el octavo de ocho hermanos, la mayoría de ellos nacidos en Puerto Rico, donde se encontraban los negocios de la familia, la cual, tras el temprano fallecimiento del padre se trasladó de nuevo a España.

Los primeros años del científico transcurrieron entre Málaga y Asturias debido a la enfermedad de su madre, aquejada de bronquitis crónica. Durante estos recibió una educación de carácter religioso, iniciada en el Colegio de los Hermanos Maristas de Gijón y continuada hasta los 10 años en los Jesuitas de Málaga. Su formación continuaría hasta 1921, año en el que obtuvo el grado de bachiller en los colegios e institutos de Andalucía, donde comenzó a sentirse atraído por el estudio de las ciencias naturales, tal y como relata en su autobiografía, The pursuit of a hobby, "gracias a la estimulante enseñanza de un joven y brillante profesor de química, Eduardo García Rodeja".

Pese a no sentirse atraído por la medicina, fascinado por las investigaciones del Nobel español Santiago Ramón y Cajal, el joven Severo Ochoa comenzó sus estudios universitarios en el año 1923 en la Facultad de Medicina de Madrid, por ser la medicina en aquella época la que proporcionaba el mejor acceso a los estudios en biología, materia por la que el científico sentía especial predilección.

Su carrera investigadora arranca, no obstante, en el verano de 1927, en el laboratorio del profesor Paton, en Glasgow, periodo en el que publicó su primer estudio sobre el papel de la guanidina en la revista Proceedings of the Royal Society. Dos años después, ya de vuelta en Madrid, en el año 1929, publicó un método para la determinación de microcreatinina en los músculos que había desarrollado en sus años universitarios junto al médico y farmacéutico José María García Valdecasas, en el laboratorio de Juan Negrín, el también médico que fuera presidente de la Segunda República Española entre los años 1937 y 1939.

También en 1929, Ochoa se traslada al laboratorio del profesor Otto Fritz Meyerhof, laureado con el Nobel de Fisiología en 1922. Fue a partir de este momento que la función enzimática y los catalizadores biológicos se convertían para el científico en los temas predilectos de su carrera científica.

Ochoa regresó a España en el año 1930. En 1931 contrajo nupcias con su inseparable compañera, Carmen García-Cobián, pero muy pronto, en el año 1932, vuelve a marcharse, esta vez a Londres, para ampliar sus estudios en enzimología, concretamente sobre la glioxalasa y la influencia de las glándulas adrenales en la contracción muscular. A su vuelta en Madrid fue nombrado profesor ayudante de la universidad, actividad que combinó con la investigación sobre la glicólisis en el músculo cardíaco, doctorándose en 1934 con una tesis titulada Los hidratos de carbono en los fenómenos químicos y energéticos de la contracción muscular. Un año más tarde, en 1935 asumió la dirección del departamento de Fisiología.

El doctor Severo Ochoa junto a su esposa Carmen García-Cobián
Foto: Cordon Press

Pero con el estallido en el año 1936 de la Guerra Civil española, Ochoa y su esposa abandonaron España. Su primera parada fue Alemania, donde el científico fue nombrado asistente de investigación de nuevo en el Laboratorio de Meyerhof de Heidelberg, donde estudió el papel de las enzimas en la glucólisis y los procesos de fermentación. En 1937, no obstante el matrimonio se vuelve a mudar, esta vez a Plymouth, en Inglaterra donde, entre otros aspectos enzimáticos del metabolismo oxidativo, el científico se centraría en el estudio de la función biológica de la vitamina B1, también conocida como tiamina, en el Laboratorio de Rudolph Peters, en la Universidad de Oxford.

Tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio se exilió a Estados Unidos. Tras su paso por el departamento de Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, donde en 1940, el científico acuño por primera vez el término “fosforilación oxidativa” para describir el proceso único y fundamental de la síntesis de ATP, la moneda energética universal de todos los seres vivos, Ochoa acabaría en la Universidad de Nueva York, donde desarrolló el grueso de su carrera científica y tendrían lugar la mayor parte de sus descubrimientos en los campos de la biología molecular y la genética.

FotografÍa de Severo Ochoa tomada en su laboratorio en 1950.
Foto: PD

Fue en durante este periodo que, en el año 1955, Ochoa aisló una enzima de una célula bacteriana de Escherichia coli que sería conocida como ARN-polimerasa, implicada en la síntesis del ARN mensajero o la transcripción del ADN. Un año más tarde, el bioquímico norteamericano y discípulo de Severo Ochoa, Arthur Kornberg, demostró que la síntesis de ADN también requiere de otra enzima polimerasa que es específica para esta cadena. Los hallazgos le valieron a ambos científicos el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, el cual compartieron en el año 1959.

En 1971 fue nombrado director del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, pero no regresó a España hasta el año 1980, momento a partir del cual se ocupó dirigiendo varias investigaciones en diversas instituciones. Pero el fallecimiento de su esposa en 1986, lo sumió en una profunda depresión a raíz de la cual no volvió a publicar ningún trabajo de investigación. Tras dedicar sus últimos años a a impartir conferencias, ofrecer entrevistas y a relacionarse con los estudiantes del Centro de Biología Molecular de Madrid, el que es considerado uno de los científicos españoles más excelente de todos los tiempos fallecería en 1993, a la edad de 88 años, debido a una neumonía. Dejó atrás una vida llena de descubrimientos por los que recibió una treintena de doctorados honoris causa y numerosas membresías de academias y sociedades, entre ellas la Academia Pontificia de Ciencias y la Academia Nacional de Estados Unidos.