En 2016, el médico y activista francés Marc Arazi afirmó haber destapado lo que llamaba ‘la estafa de los fabricantes de los móviles’. Según él, las marcas de telefonía habían estado falseando reiteradamente los datos de radiación emitidos por estos teléfonos. Afirmaba, entre otras cuestiones, que el 89% de los móviles probados por la Agencia Nacional de Frecuencias Francesa superaban los límites de la tasa SAR, que mide los niveles de absorción específica a la que estamos sometidos cuando usamos esta telefonía. Aquella denuncia se tradujo en el movimiento “Phone Gate”, que, aseguran, acabará destapando un escándalo similar al que se desveló recientemente en el mercado automovilístico con el DieselGate.

Niveles de absorción de radiación (SAR)
Foto: ICNIRP

Valores máximos se absorción recomendados por ICNIRP para trabajadores y público en general, divididos en categorías (cuerpo completo o por zonas: 'cabeza' o 'extremidades'). 

De la misma manera que sucedió hace 20 años con las antenas de telefonía móvil, en la última década han proliferado las asociaciones que acusan a las autoridades de ocultar datos sobre los efectos dañinos del uso continuado del teléfono móvil, un aparato cada día más onmipresente. Una de estas entidades es Environmental Health Trust, liderada por la doctora Devra Lee Davis, una organización no científica que actualmente está protagonizando una auténtica cruzada contra la tecnología 5G, a la que se vincula no sólo con el cáncer, sino también con el Alzhéimer o la infertilidad.

El pasado mes de enero, estas y otras asociaciones ponían el grito en el cielo tras la publicación de un informe elaborado por la Oficina Alemana para la Protección contra la Radiación (BfS) La lista especifica un total de 3.806 modelos que mayor tasa de absorción especifican al contacto con la oreja (medido en vatios/kg). Según el listado, el modelo Motorola Edge el que encabeza la lista, y el ZVE Blade20, el ‘menos perjudicial’. ¿Significa esto que debemos desprendernos de los móviles que encabezan la lista? ¿Significa que los móviles son tóxicos o radiactivos?

Absorción y exposición a la radiación móvil

Para empezar, cabría distinguir entre absorción y exposición. Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), hace un símil metereológico. “Cuando llueve, la lluvia sería la exposición, mientras lo que te mojas es la absorción”. ¿Y cómo se mide esa absorción? El organismo responsable es el ICNIRP (Comisión Internacional Para la Protección ante Radiaciones No Ionizantes), el cual se encarga de establecer los niveles de exposición para todo tipo de radiaciones no ionizantes, no solo las procedentes de la telefonía móvil, sino también las relacionadas con la radiación ultravioleta.

Ninguno de los móviles estudiados por los organismos competentes se encuentra por encima del límite legal

En concreto, esta institución establece una tabla de límites máximos en función de dos grupos diferenciados: uno para la población en general y otro para los trabajadores expuestos, que tienen un límite mucho más bajo. Para el público en general, la dosis, o SAR, máxima de un teléfono móvil es de 2 W/kg para la cabeza y tronco y 4 para las extremidades. "El establecimiento de los límites no es nada fácil, se hace con mucho cuidado", advierte Nájera, quien especifica, sin embargo, que lo que nos tiene que preocupar más es la absorción de la cabeza.

¿Nos debe preocupar la radiación del móvil?

Visto esto, ¿son preocupantes los datos publicados por BfS? El móvil que encabeza en ranking de radiación obtiene un SAR de 1,79 W/kg, mucho menos que el límite establecido, por lo que, desde el punto de vista científico, no hay motivos por los que alarmarse. Y, ¿cómo se ponen estos límites? ¿Qué criterios obedecen? La propia ICNIRP publicó hace unos años una guía en la que se especificaban en qué basaban sus análisis. En resumen, podría decirse que se basa en estudios epidemiológicos y datos agregados aparecidos en publicaciones científicas. Pero, más que la decisión de dónde se pone el límite, lo más destacado, según Nájera, es qué margen de seguridad da dicho límite. Para ello, explica, es necesario tener en cuenta otro factor: la intensidad.

“Existe un tope de intensidad a partir del cual sabemos que seguro que hay efectos para la salud. Por ejemplo, si te metes en el interior de un microondas -que emite el mismo tipo de radiación que la red WiFi de casa-, te freirías”, advierte el experto. Por debajo de ese nivel máximo hay un amplio margen de incertidumbre, seguido de un umbral de seguridad del que se sabe no se producen efectos. Nájera lo compara con un automóvil: sabemos que la probabilidad de sufrir un accidente mortal varía en función de la velocidad. Así, A 200 kilómetros prácticamente es seguro, pero esta va bajando a medida que levantamos el pie del acelerador. “Hasta que, por ejemplo, deducimos que a 5 kilómetros por hora, si se activan todos los dispositivos de seguridad, es prácticamente imposible que tengamos un accidente mortal. El ICNIRP, asegura el científico, no se quedaría satisfecho con esos 5 kilómetros por hora, sino que fijaría el límite incluso 50 veces por debajo, o sea, a 100 metros por hora. La conclusión, asegura, es que “estamos sometidos a niveles de exposición de entre 10.000 y 100.000 por debajo del límite máximo”, En otras palabras, "llueve muy poco, y si llueve muy poco no puedes mojarte mucho".

"Estamos sometidos a niveles entre 10.000 y 100.000 veces por debajo del límite máximo", explica el científico Alberto Nájera.

La radiación del 5G

Siguiendo con el símil meteorológico, resulta que no solo llueve poco, sino que cada día llueve menos. “Cuando los científicos medimos la intensidad de las antenas (lo que llueve), descubrimos que la intensidad del 2G y el 3G es mayor que en el 4 G y el 5G, debido, en parte, a que la tecnología optimiza cada vez más la energía”. En resumen, las sucesivas generaciones de telefonía móvil han reducido la exposición, y, por tanto, ese supuesto potencial perjudicial del que llevan décadas alertándonos". Una forma de comprobarlo, explica el experto, es comparar los valores SAR de un modelo antiguo con uno nuevo de la misma marca. En la mayoría de los casos no es solo que no haya aumentado, sino que se ha reducido.

Según los expertos, la tecnología 5G es incluso menos perjudicial que las primeras tecnologías de telefonía móvil.

La OMS y la radiación móvil

Entonces, ¿de dónde viene tanta preocupación? En 2010 se publicaron varios estudios, entre ellos, uno llamado Interphone, sobre los posibles efectos nocivos de la radiación de los teléfonos móviles. Aunque la investigación no encontró ninguna prueba científica, concluyó que era necesario un estudio más extenso para detallar qué efectos existen a largo plazo. Aquella aproximación fue la base para que en 2011 la OMS clasificara las radiaciones de los móviles como ‘posibles cancerígenos’, concretamente del grupo 2B, "aquellos que versan sobre sustancias, productos o actividades cuyo nexo no está probados en animales y sobre las que las evidencias en humanos son limitadas". Por ejemplo, se incluyó en el mismo grupo a productos tan frecuentes en nuestro día a día como la gasolina, los polvos de talco o el aloe vera.

“La OMS metió a los móviles en el mismo grupo sin que hubiera ninguna evidencia concluyente, algo que todavía no tenemos a día de hoy”, sentencia Nájera, quien advierte que actualmente "no hay ningún estudio que confirme que la radiación emitida por los móviles sea cancerígena".

Qué dice la ciencia sobre la radiación

Una de las principales preocupaciones de quienes alertan de los posibles efectos para la salud de los campos electromagnéticos es la falta de información. Una preocupación que se traduce en la búsqueda de respuestas en internet, en muchos casos está sesgada o directamente es falsa.

Así pues, la mejor manera de encontrar datos fiables es acudir a los estudios científicos amplios y recientes. Uno de los más completos es MOBI-Kids una amplia investigación de cohorte coordinada por el instituto de investigación de ISGLOBAL con la participación de 14 países y realizado con la financiación de la Unión Europea. Los responsables de esta investigación, cuyos resultados hasta 2020 se acaban de publicar, han estudiado 900 pacientes con cáncer cerebral de edades de entre los 10 y los 24 años de edad, y 1.900 casos de control. Sus conclusiones: “hasta la fecha no se ha encontrado un aumento de tumores cerebrales ni en quienes usaban más el teléfono ni en aquellos que estaban más expuestos a radiofrecuencias”. Además de esto, existen revisiones sistemáticas y metaanálisis que no solo buscan una posible relación con el cáncer, sino que también abarcan otros efectos sobre la salud, como síntomas inespecíficos. Sus conclusiones son las mismas: a los actuales niveles de exposición no se encuentran efectos demostrados.

"Actualmente no disponemos de ninguna prueba que confirme el miedo a esta tecnología", afirma Nájera, quien advierte que son mucho más preocupantes otros factores de riesgo, como el consumo de alcohol o la contaminación atmosférica. "El aire que respiramos cada en las grandes ciudades es mucho más peligroso, y no veo a nadie alarmarse por ello". Todo es cuestión de encontrar la dimensión correcta.

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