Dentro la enorme diversidad y complejidad de la naturaleza, existen conexiones sutiles, y en ocasiones, una asombrosa similitud, entre los comportamientos de animales y seres humanos. Desde el instinto maternal, pasando por el juego como motor del aprendizaje para la vida adulta o la comunicación no verbal, hasta llegar al establecimiento de lazos sociales, en la actualidad la etología es la ciencia encargada de examinar los patrones de comportamiento de los seres vivos así como los mecanismos subyacentes que impulsan los mismos. Este modo de entender la naturaleza tiene una de sus raíces en la figura de un científico visionario cuyo trabajo desentrañó por primera vez los hilos que tejen la historia de estas similitudes y diferencias, nos referimos a Nikolaas Tinbergen.
La historia de Niko Tinbergen, como también es conocido, comenzó un 15 de abril de 1907 en La Haya. Dícese que ya de desde muy pequeño cultivó un gran interés por la naturaleza, el cual terminó de cristalizar cuando, con 18 años, su padre lo invitó a trabajar en un observatorio de aves junto al profesor J. Thienemann.
Fue allí que conocería al fotógrafo Rudy Steinert y a su esposa Lucy, a quienes acompañaba en sus caminatas por las dunas del itsmo de Curlandia, entre las fronteras de Rusia y Letonia. De aquellas experiencias, en las que observaba la migración masiva otoñal de pájaros y de los alces, se acabaría de fraguar el interés de Tinbergen por la biología, materia que a su regreso decidió estudiar en la Universidad de Leiden.
Influido por los trabajos del etólogo Karl R. von Frisch y los escritos del entomólogoJean Henri Fabre sobre insectos, en su disertación doctoral, publicada en 1932 y tras la cual se integro como profesor en la propia universidad de Leiden, Tinbergen demostró que las avispas eran capaces de recordar y reconocer características específicas del entorno para encontrar su camino de regreso al nido.
Cuatro años más tarde, en 1936, conocería al zoólogo, etólogo y entomólogo Konrad Zacharias Lorenz, quien se convertiría en una figura fundamental en su carrera, ya que mas allá de trabar una estrecha amistad, fue junto a este que Tinbergen establecería las bases de la etología moderna.
Pasados dos años, en 1938, la Fundación Americana de los Países Bajos le dio Tinbergen la posibilidad de viajar a Nueva York para una estancia de cuatro meses, donde se interesaría por primera vez por la psicología. Aunque tenían enfoques y puntos de vista ligeramente diferentes, Tinbergen y Lorentz, mantendrían una estrecha correspondencia a distancia que no obstante se vería interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Tinbergen fue capturado preso como rehén durante dos años en un campo alemán. Lorenz, por su parte, sería fue reclutado como médico del ejército nazi. Su relación se enfriaría hasta el año 1949, en el que ambos se volvieron a reencontrar en Cambridge y a trabajar estrechamente.
Max Planck Gesellschaft
Y es que la historia de Tinbergen no puede entenderse sin las relaciones que cultivó y el entorno académico en el que se desenvolvió. Así, la gran amistad que le unía al biólogo evolutivo Ernst Mayr y al ornitólogo David Lack despertaron en Niko el interés por la evolución y la ecología. Fue de este modo que, en 1951 se integró en un grupo de investigación con el objetivo de tender puentes entre la etología y la neurofisiología, fundando la Nueva Escuela Interdisciplinaria de Oxford de Ciencias Humanas, que trataba de aplicar los métodos de la etología al comportamiento humano.
A lo largo de su carrera, Tinbergen se sumergió en la observación y el análisis de aves, buscando comprender los patrones y motivaciones detrás de su comportamiento. Sus primeros estudios sobre la crianza, la migración y la comunicación de las aves sentaron las bases para su trabajo revolucionario en la etología, que más tarde se centraría en el estudio de los estímulos clave y los patrones fijos de acción que le permitieron establecer conexiones entre los comportamientos de los animales y seres humanos.
Tinbergen exploró los instintos, las señales de comunicación y las respuestas adaptativas, revelando sorprendentes paralelismos en los mecanismos de comportamiento compartidos entre especies. Pero su trabajo no se limitó a los laboratorios y las teorías abstractas, si no que Tinbergen también realizó investigaciones de campo, sumergiéndose en entornos naturales para estudiar el comportamiento animal en su hábitat natural. A través de sus observaciones meticulosas y análisis rigurosos, capturó la esencia misma de la interacción entre los seres vivos.
Sus contribuciones a la etología y la comprensión del comportamiento animal han sentado las bases para investigaciones posteriores en campos como la psicología, la sociología y la antropología, y sus ideas y enfoques han permitido una visión más profunda y holística de nuestra propia naturaleza humana.
Diversos galardones y reconocimientos alaban su trayectoria; fue nombrado miembro de la Royal Society en 1962 y de la Real Academia de las Artes y las Ciencias de los Países Bajos en 1964. En honor a la importancia de sus descubrimientos, recibió el Premio Nobel de Medicina en 1973, el cual compartió con sus colegas Konrad Lorenz y Karl R. von Frisc. Se trataba del segundo Nobel que recompensaba a su familia, ya que 4 años antes, en 1969, su hermano Jan Tinbergen recibió el premio Nobel de Economía. Se trata del primer y único caso hasta la fecha en la historia de los Nobel, en que dos hermanos reciben dos premios distintos.