Shriya reddy, de 16 años, es una entusiasta de la ciencia desde que tiene uso de razón. A los siete leía libros de biología con su madre, quien estaba preparando el examen que los médicos titulados en Estados Unidos deben pasar para ejercer la medicina. En sexto de primaria competía en certámenes de ciencias. El verano previo a empezar noveno curso empezó a hacer investigación en un laboratorio de bioingeniería de la Universidad Estatal de Wayne, en Detroit (Michigan), donde ideó un procedimiento no invasivo para el diagnóstico inmediato de melanomas. El pasado mes de mayo el proyecto fue galardonado con uno de los principales premios de la prestigiosa Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería (ISEF).
«La ciencia estudia cómo y por qué ocurren las cosas –dice Reddy–. Y yo quiero participar en eso». Su determinación coincide con el empeño, cada vez más extendido en Estados Unidos, de aumentar el número de mujeres que opten por carreras en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Universidades e instituciones varias organizan jornadas STEM para alumnas. Entidades como la Academia de Ciencias de Nueva York emparejan mujeres que desarrollan su profesión en el ámbito STEM con chicas que buscan asesoramiento y tutorización. La ISEF, un programa de la Sociedad para la Ciencia y el Público, con sede en Washington, D.C., ofrece un espacio en el que compiten a nivel internacional los alumnos de secundaria y bachillerato más excepcionales. Este año la feria reunió a 1.842 finalistas, con ambos sexos representados equilibradamente, y tres de los cuatro premios principales recayeron en mujeres, entre ellas Reddy. «Ya solo poder participar fue alucinante», dice.
La importancia de la paridad
Mary Sue Coleman, bioquímica que preside la Asociación de Universidades Estadounidenses, ve con optimismo el futuro de la mujer en la ciencia. Cuando estuvo en las ediciones de 1959 y 1960 de la ISEF siendo una alumna de secundaria, el porcentaje de participantes femeninas rondaba el 35 por ciento. La paridad es importante, afirma, porque las mujeres aportan nuevas perspectivas a la hora de enfocar los problemas científicos. «La diversidad de experiencias vitales se traduce en diversidad de planteamientos», dice. Sigue habiendo brechas evidentes. En la edición de este año de la ISEF las chicas superaron a los chicos en microbiología y bioquímica, pero ni siquiera sumaron un tercio de los finalistas en matemáticas e ingeniería mecánica. Cada vez son más las mujeres que completan estudios avanzados en el ámbito STEM, pero los hombres siguen copando la mayoría de los puestos de máximo nivel en la esfera académica y en el sector empresarial, apuntan desde la Asociación de Mujeres en la Ciencia (AWIS).
Con todo, las cosas están cambiando, afirma Maya Ajmera, presidenta y directora ejecutiva de la Sociedad para la Ciencia y el Público. Las mujeres jóvenes, inventivas y tenaces, están explotando la tecnología para intervenir en aquellos ámbitos que les preocupan, desde crear un arroz con propiedades nutricionales avanzadas hasta extrapolar una técnica de ganchillo para diseñar un dispositivo Bluetooth "ponible". Estas científicas emergentes «vivirán en otro mundo –dice Ajmera–. Tengo la seguridad de que esta generación de chicas parte de una posición mucho más ventajosa para enfrentarse a los problemas más complejos de este mundo».