Medio millón de europeos, la mayoría vinculados al mundo de la construcción, la demolición y el mantenimiento industrial, podrían morir antes del año 2030 a consecuencia de la exposición continuada al amianto, o asbesto. Debido a su gran durabilidad y bajo coste, este material procedente del grupo de minerales metamórficos fibrosos ha sido ampliamente utilizado para construir aislamientos, tabiques, tejados, pavimentos, masillas, pinturas, tuberías, persianas y pastillas de freno, entre otras cosas.

Hace tiempo que se sabe que es nocivo para la salud, pues ya Plinio el Viejo observó en el siglo I que los esclavos expuestos a altas concentraciones de polvo de amianto, en particular los que trabajaban en las minas, eran más propensos que el resto a las enfermedades pulmonares y proclives a morir muy jóvenes. El problema del amianto es que, cuando se rompe, se descompone en un sinfín de fibras microscópicas que, si son inhaladas, pueden clavarse en los pulmones y provocar a la larga enfermedades como el cáncer de pulmón o la asbestosis. La peligrosidad de este material quedó públicamente clara en 1978, cuando el Parlamento Europeo declaró el asbesto como sustancia cancerígena, y su uso fue prohibiéndose paulatinamente a partir de ese momento en la mayoría de los países desarrollados. En España, quedó proscrito en 2002.

Plinio el Viejo observó en el siglo I que los esclavos expuestos a altas concentraciones de polvo de amianto eran más propensos que el resto a las enfermedades pulmonares

Sin embargo, el amianto está presente en la mayoría de las construcciones anteriores al año de su prohibición, y como plantear su retirada masiva de los edificios es altamente costoso y difícil, los esfuerzos se centran en poder detectar la presencia de esas fibras mortales e invisibles. En estos momentos dicha tarea se realiza mediante un lento proceso que comienza con la toma de muestras de aire y su envío a un laboratorio de análisis. Pero este proceso puede ser mejorado gracias al proyecto ALERT, coordinado por la organización profesional inglesa Chartered Institute of Plumbing and Heating Engineering (CIPHE), que cuenta con la participación del Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV). «El objetivo de ALERT es desarrollar un sistema portátil y de bajo coste que sea capaz de detectar las fibras aerotransportadas de amianto en tiempo real mediante técnicas de dispersión de la luz capaces de evidenciar la presencia de las microfibras en el aire», explica Alfonso Oltra, director de Salud Laboral del IBV. Gracias al apoyo de la Comisión Europea, este proyecto hará posible que el trabajador pueda controlar de manera continua la presencia de asbesto en su entorno laboral y evite así la exposición incontrolada.

A pesar de su altísima peligrosidad, actualmente siguen produciéndose más de dos millones de toneladas de amianto al año. Aunque más de 40 países han prohibido ya su uso, Canadá, Brasil, China y los países de la antigua Unión Soviética son importantes productores de amianto. ¿Sus clientes? Países en vías de desarrollo como la India y el Sudeste Asiático, y la gran mayoría de los países africanos.