Hace 66 millones de años, un asteroide de al menos 10 kilómetros de diámetro golpeó la Tierra provocando la extinción de los dinosaurios. El impacto de Chicxulub, que es como se llamaba el meteorito, acabó con todo rastro de vida en miles de kilómetros a la redonda, provocó tsunamis de cientos de metros de altura, y el polvo que levantó hacia la atmósfera ocultó la luz del Sol durante meses.
Ahora, no obstante, un nuevo estudio publicado por la Sociedad Geológica Americana bajo el título The Chicxulub mega-earthquake, evidence from Colombia, Mexico and United States, apunta que tamaño impacto también provocó un terremoto tan potente que sacudió el planeta durante semanas o meses después de la colisión. La cantidad de energía liberada en este megaterremoto se estima en 1023 julios, que es unas 50.000 veces más energía que la liberada en el terremoto de magnitud 9,1 que azotó Sumatra en en el año 2004.
Impacto del meteorito en México y Colombia
Para poder realizar esta afirmación, el autor principal del artículo, el investigador de la Universidad Estatal de Montclair, Hermann Bermúdez, visitó los afloramientos del límite del evento de extinción masiva del Cretácico-Paleógeno (K-Pg) en Texas, Alabama y Mississippi para recopilar datos que complementaran su trabajo anterior, en el que documentó la evidencia del impacto catastrófico en Colombia y México.
En 2014, mientras realizaba trabajo de campo en la isla Gorgonilla de Colombia, Bermúdez encontró depósitos de esférulas -capas de sedimento llenas de pequeñas perlas de vidrio- de hasta 1,1 milímetros y fragmentos conocidos como tectitas y microtectitas que fueron expulsados a la atmósfera durante el impacto del asteroide. Estas perlas de vidrio se formaron cuando el calor y la presión del impacto derritieron y dispersaron la corteza terrestre, expulsando pequeñas gotas derretidas hacia la atmósfera, que luego volvieron a caer a la superficie como vidrio bajo la influencia de la gravedad.
Foto: Hermann Bermúdez
Las pruebas del megaterremoto
Las rocas expuestas en la costa de la isla Gorgonilla cuentan una historia desde el fondo del océano, aproximadamente a 2 kilómetros de profundidad. Allí, a unos 3.000 kilómetros al suroeste del punto de impacto, arena, lodo y pequeñas criaturas oceánicas se acumulaban en el fondo del océano cuando impactó el asteroide. Capas de lodo y arenisca hasta 15 metros por debajo del fondo del mar experimentaron deformación de sedimentos blandos que se conservan en los afloramientos hoy, y que Bermúdez atribuye a la sacudida del impacto. Las fallas y deformaciones debidas a la sacudida continúan a través de la capa rica en esférulas que se depositó después del impacto, lo que indica que la sacudida hubo de haber continuado durante las semanas y meses que tardaron estos depósitos de grano más fino en llegar al fondo del océano. Justo encima de esos depósitos de esférulas, las esporas de helecho conservadas señalan la primera recuperación de la vida vegetal después del impacto.
“La sección que descubrimos en la isla Gorgonilla es un lugar fantástico para estudiar el límite K-Pg, porque es uno de los mejor conservados y estaba ubicado en lo profundo del océano, por lo que no fue afectado por tsunamis”, explica Bermúdez. "También se conservan evidencias de la deformación del megaterremoto en México y Estados Unidos", añade. Así, en El Papalote, México, Bermúdez observó evidencia de licuefacción, es decir, el efecto de cuando una fuerte sacudida provoca que los sedimentos saturados de agua fluyan como un líquido. En Mississippi, Alabama y Texas, también documentó fallas y grietas, probablemente asociadas con el megasismo, además de los depósitos de tsunami en varios afloramientos dejados por una enorme ola que fue parte de las catástrofes en cascada resultantes de la colisión del asteroide.
Los resultados prueban una intensa actividad sísmica durante semanas o meses después del impacto del bólido que afectó incluso a los estratos del límite K/Pg. Estos datos ayudan a explicar la evidencia geológica que registra el final del Cretácico y el comienzo del Cenozoico y caracteriza uno de los mayores terremotos experimentados por nuestro planeta.