Itokawa no es un asteroide monolítico, sino un montón de escombros (está formado en su totalidad por rocas sueltas, y que casi la mitad de su superficie es espacio vacío) de 500 metros de longitud situado a dos millones de kilómetros de la Tierra.
Sus muestras fueron traídas a la Tierra por la sonda Hayabusa 1 de la Agencia Espacial Japonesa. Ahora, un estudio de estas muestras recolectadas este asteroide muestran que algunas de estas rocas espaciales son mucho más antiguas y duras de lo que se pensaba.
En el estudio se emplearon dos técnicas complementarias para analizar tres partículas de polvo más pequeñas que el diámetro de un cabello. La primera se denomina difracción de electrones retrodispersados y puede medir si una roca ha sufrido el impacto de algún meteorito. El segundo método, la datación argón-argón, se utiliza para datar impactos de asteroides.
Cómo hacerles frente
El propósito de este estudio es averiguar cómo podemos hacerles frente. Porque esta clase de asteroides, qué básicamente están compuestos de rocas, polvo, guijarros y un vacío, y se mantienen unidos por la atracción gravitatoria de sus diversos componentes, parecen ser particularmente resistentes.
Si uno de ellos se precipita hacia la Tierra, será un montón de escombros muy difícil de destruir.
Tanto es así que pueden ser tan antiguos como el propio sistema solar, y parecen ser más abundantes en el cinturón de asteroides de lo que se pensaba, de modo que hay una mayor probabilidad de que si uno de ellos se precipita hacia la Tierra, sea un montón de escombros muy difícil de destruir.
Así pues, estas pequeñas muestras traídas de un asteroide a dos millones de kilómetros de distancia, nos han sugerido que necesitamos nuevas formas de abordar tales asteroides en curso de colisión con la Tierra si queremos sobrevivir como especie.