El pasado 11 de diciembre la cápsula Orion de la NASA amerizó en el océano Pacífico, al oeste de la Baja California después de completar con éxito un viaje espacial en el que se aproximó a 130 kilómetros de la superficie lunar y recorrió más de 2,2 millones de kilómetros. El retorno de Orion ponía el broche final a la misión Artemis I, un ensayo general de la nueva misión de la agencia espacial estadounidense para volver a poner un hombre, y una mujer en la Luna, iniciado el pasado 16 de noviembre con el despegue del Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS) de la NASA. La misión sirvió para demostrar que estamos preparados para volver a la Luna con las máximas garantías.

En su distancia más lejana durante la misión, Orión viajó a unos 430.000 kilómetros de nuestro planeta, la distancia más lejana recorrida entre la Tierra y una misión diseñada para ser tripulada y 1.000 veces más lejos de donde la Estación Espacial Internacional orbita la Tierra. Un ensayo que, además, sirvió para poner prueba todos los sistemas de vuelo antes de enviar la primera misión tripulada, entre ellos, un nuevo manto térmico, un dispositivo que resulta fundamental para la seguridad de los futuros astronautas.
Uno de los momentos más delicados se produjo antes de entrar en la atmósfera terrestre, cuando el módulo de la tripulación se separó de su módulo de servicio, el motor encargado de propulsar la nave. En este momento la cápsula soportó temperaturas de más de 2.000 grados centígrados. Una vez liberada, la cápsula se precipitó a nuestra atmósfera hasta caer en aguas del Pacífico.