"Histórica y sistemáticamente muchos museos han recolectado los fósiles más grandes e impresionantes de cada una de las especies de dinosaurios para su exhibición y estudio, e ignorado los de menor tamaño". Se trata de uno de los principales puntos de partida de estudio realizado por el equipo de liderado por Holly Woodward del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Estatal de Oklahoma, y que con el título "Growing up Tyrannosaurus rex: Osteohistology refutes the pygmy “Nanotyrannus” and supports ontogenetic niche partitioning in juvenile Tyrannosaurus" se publica esta semana en la revista especializada Science Advances. "El problema es que esos fósiles más pequeños pueden provenir de animales más jóvenes. Por lo tanto, durante mucho tiempo hemos tenido grandes lagunas en nuestra comprensión de cómo crecieron los dinosaurios, y el T. rex no es una excepción" afirma la investigadora.

Durante mucho tiempo hemos tenido grandes lagunas en nuestra comprensión de cómo crecieron los dinosaurios

Desde de la publicación de su descubrimiento en la famosa Formación Hell Creek -HCF- en 1905, el tiranosaurio rex ha sido el foco de un intenso interés científico y público que persiste hasta nuestros días. Las numerosas hipótesis sobre la biología y el comportamiento de T. rex con las que contamos hasta el momento son el resultado de décadas de investigación centradas principalmente en la morfología esquelética y la biomecánica de estos temibles animales.

Sin embargo, hasta hace muy poco tiempo, apenas los últimos 15 años, no se habían aplicado otras técnicas como la histología ósea para investigar algunos aspectos inaccesibles a partir de exámenes generales y hasta el momento desconocidos de la vida del T. rex. Algunos de estos aspectos abordan cuestiones que abarcan desde el desarrollo embrionario, pasando por la tasa de crecimiento o la madurez esquelética, hasta la madurez sexual.

No obstante ahora, una mirada más en profundidad a los huesos de dos T. rex inmaduros de tamaño mediano ha permitido a los científicos aprender sobre los terribles adolescentes del rey tirano. Hallados a principios de la década de los 2000 por el Museo Burpee de Historia Natural de Rockford, Illinois, y apodados Jane y Petey, estos dos especímenes habrían sido un poco más altos y el doble de largos que un caballo de tiro.

Es precisamente el pequeño tamaño de Jane y Petey lo que los hace tan increíblemente importantes. Ahora los científicos no solo pueden estudiar cómo cambiaron los huesos y las proporciones del T. rex a medida que maduró, sino que también pueden utilizar la paleohistología, es decir, el estudio de la microestructura de los huesos fósiles, para aprender sobre sus tasas de crecimiento juvenil y edades. Así, Woodward y su equipo sacaron finas rodajas de los huesos de las piernas de Jane y Petey y las examinaron al microscopio para evaluar la dinámica de crecimiento de T. rex. Sus resultados sugieren que T. rex tuvo una tasa de crecimiento acelerado en comparación con otros tiranosaurios y alcanzaron el tamaño adulto en aproximadamente dos décadas.

"Siempre es sorprendente descubrir que como un enorme hueso de dinosaurio fosilizado, también fosiliza a nivel microscópico", comenta Woodward. "Al comparar estas microestructuras fosilizadas con las características similares que encontramos en los huesos modernos, podemos obtener numerosas pistas sobre el metabolismo, la tasa de crecimiento y la edad de Jane y Petey".

Histología del fémur de Jane y Petey
Foto: Woodward H. et al.

De este modo el equipo determinó que los pequeños T. rex crecieron tan rápido como los animales coetáneos de sangre caliente, tales como los mamíferos y las aves. Woodward y sus colegas también descubrieron que contando los anillos anuales dentro del hueso, del modo en que se contabilizan los anillos de los árboles, Jane y Petey eran adolescentes cuando murieron; tenían 13 y 15 años respectivamente.

Al principio los investigadores especularon con la posibilidad de que estos dos pequeños esqueletos no fueran de T. rex en absoluto, sino un pariente pigmeo mucho más pequeño conocido como Nanotyrannus. Sin embargo, el estudio histológico de los huesos llevó a los investigadores a la conclusión de que los esqueletos eran juveniles de T. rex y no una nueva especie de tiranosaurio pigmeo.

No obstante, según señala Woodward, "ya que a T. rex por regla general le llevaba hasta una media de veinte años alcanzar el tamaño adulto, nuestros resultados parecen indicar que muchos tiranosaurios probablemente experimentaron cambios drásticos a medida que maduraban", explica la autora del estudio. "Además sabemos que los juveniles como Jane y Petey eran rápidos, ágiles y tenían dientes en forma de cuchillo para cortar, mientras que los adultos se convertían en auténticos trituradores de huesos" añade.

Pero el estudio va un paso más allá, y del mismo modo, el equipo de Woodward descubrió que al crecer, los T. rex podían valerse de una estrategia evolutiva excepcional: podían ajustar su crecimiento a la disponibilidad de recursos. Si su fuente de alimento era escasa durante un año en particular, simplemente no crecía tanto. Si la comida era abundante, crecía mucho.

Los T.rex podían ajustar su crecimiento a la disponibilidad de recursos

"El espacio entre los anillos de crecimiento anuales registra cuanto crece un individuo de un año al siguiente. El espacio entre los anillos de los huesos de Jane, Petey e incluso otros especímenes adultos estudiados es inconsistente: algunos años el espacio entre anillos es muy cercano; otros sin embargo se separan sobremanera, dando a entender que se produjo un crecimiento muy acusado en un espacio de tiempo muy breve", afirma la investigadora.

La investigación de Woodward y su equipo escribe un nuevo capítulo en los primeros años del dinosaurio más famoso del mundo, proporcionando un nueva evidencia de que ya asumió la corona del rey tirano mucho antes de alcanzar la edad y talla adulta.