"Todo estaba en llamas, en el cielo había rayos y en el agua partículas luminosas; incluso los propios mástiles estaban coronados con una llama". Aunque tanto Julio Verne como Herman Melville se refirieron en sus escritos a este fenómeno meteorológico, las palabras que inician estas líneas no son fruto de la inventiva de ninguno de sendos escritores. Quien firma la cita, parte de una carta escrita al botánico J. S. Henslow, no es otro que el naturalista y padre de la teoría de la Evolución, Charles Darwin.
El fenómeno al que Darwin se refería era el llamado fuego de San Telmo, "el cual los antiguos griegos interpretan como la presencia de los semidioses", continuaba en su misiva.
Cristóbal Colón también se topó con el fuego de San Telmo el 26 de octubre de 1493, durante su segundo viaje a las Indias Orientales. Su hijo Hernando recogía los hechos de la siguiente manera: "el mismo sábado noche se vio el fuego de San Telmo, con siete velas encendidas, encima de la gavia. Con mucha lluvia y espantosos truenos. Quiero decir, que se veían las luces que los marineros afirman ser el cuerpo de San Telmo, al que le cantan muchas letanías y oraciones, teniendo por cierto que en las tormentas en donde se aparece nada puede peligrar".

Entre el mito, la leyenda, el fuego de San Telmo es un fenómeno meteorológico que ha intrigado a la humanidad durante siglos. Su nombre procede de la tradición católica; los primeros en documentar el fenómeno fueron los marineros, quienes pronto lo relacionaron con su patrón y protector, San Telmo, a quien le atribuyeron la capacidad de protegerles durante las tormentas. Los marineros, de hecho, creían que el fuego de San Telmo era una señal de que el santo estaba protegiéndoles en el mar, velando por ellos y guiándoles de regreso a tierra. Por esta razón, el fenómeno, al que se le atribuyeron propiedades mágicas, muy pronto se convirtió en un símbolo de buena suerte para los marineros.
Pero a pesar de su importancia en la cultura popular, el fuego de San Telmo sigue siendo un fenómeno relativamente poco comprendido. Los investigadores que han estudiado el fenómeno han tratado de recrearlo en laboratorios y condiciones controladas, pero a día de hoy aún es mucho lo que se desconoce sobre su origen y efectos.
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No obstante, si que hay algunas cosas que la ciencia puede explicar sobre este extraño fenómeno meteorológico. De hecho, hoy sabemos que el fuego de San Telmo es un fenómeno eléctrico causado por la ionización del aire, que tiene lugar cuando se acumula una gran cantidad de electricidad estática en la atmósfera. El fenómeno es más común durante las tormentas eléctricas, sin embargo también puede darse en otras situaciones en las que se produce un campo eléctrico intenso.
Así, cuando se produce una descarga eléctrica, como un rayo, esta ioniza el aire alrededor de un objeto conductor, como el mástil de un barco o una antena, creando una corriente eléctrica visible y liberando electrones e iones cargados, y creando un plasma que emite luz visible en el espectro azul-violeta, lo que parece dar la impresión de una llama.

Aunque el fenómeno es fascinante, hermoso de observar y durante siglos se le haya atribuido la capacidad de proteger a los marineros o de ser un designio de los dioses, la realidad es que puede representar un peligro para los barcos y aeronaves debido a la interferencia de la electricidad con los sistemas electrónicos, así como por la posibilidad de causar descargas eléctricas susceptibles de provocar tanto lesiones como daños materiales. "En efecto, los brazos de las verjas estaban rodeados de un fuego lívido, y las triples agujas de los pararrayos lucían con tres lenguas de fuego. Los mástiles enteros parecían arder. ¡Fuego de San Telmo, ten piedad de nosotros!, escribía Herman Melville en Moby Dick.
Y es que a pesar de los avances científicos, el fuego de San Telmo sigue siendo un fenómeno que nos recuerda la magnitud y complejidad de la naturaleza, y de todo lo que aún nos queda por descubrir y comprender.