En aguas del amazonas, el río más largo y caudaloso del planeta, habita un extraordinario e inmenso pez cuyos orígenes se remontan al Cretácico, una era geológica en la que aún había dinosaurios en la Tierra. El arapaima (Arapaima gigas), también llamado pirarucú o paiche, alcanza fácilmente los tres metros de longitud y 200 kilos de peso, y según cuenta el biólogo brasileño João Campos-Silva, experto en pesca, ha alimentado a los pueblos amazónicos desde el origen de los tiempos. Sin embargo, este magnífico animal ancestral, el pez escamoso de agua dulce más grande que existe, ha sufrido una gran disminución de sus poblaciones salvajes debido a la sobrepesca, la fragmentación de su hábitat y la contaminación de las aguas, hasta el punto de extinguirse en muchas áreas.

João Campos-Silva, biólogo brasileño, sostiene un ejemplar de tamaño mediano de arapaima, el segundo pez de agua dulce más grande del planeta tras el esturión. El científico ha ideado un plan para salvarlo de la extinción y, en colaboración con las poblaciones locales, dinamizar la economía de la Amazonia.
Foto: ©Rolex / Marc Latzel

Afortunadamente, Campos-Silva, un apasionado biólogo de 36 años, trabaja duro desde hace tiempo para revertir la indeseable situación del arapaima, lo que le ha valido ser uno de los cinco laureados de los Premios Rolex a la Iniciativa de este año 2019, unos galardones que desde hace más de cuatro décadas apoyan proyectos innovadores para mejorar la vida en la Tierra. Entre ellos, iniciativas de hombres y mujeres de todo el mundo que usan todo su potencial para preservar la biosfera terrestre, esa fina capa de apenas 10 kilómetros de altitud donde habitamos en estrecha conjunción todos los seres vivos del planeta.

Sin duda es el caso de Campos-Silva, quien, en colaboración con las asociaciones locales y los líderes del sector pesquero, ha ideado un plan para salvar esta especie y ha demostrado que no solo puede remontar, sino que además es todo un acicate económico para dinamizar las comunidades locales. «La protección de lagos conectados con ríos en la Amazonia occidental ha permitido incrementar 30 veces el número de arapaimas locales –explica–. Y no solo eso, también ha permitido la recuperación de poblaciones de manatíes, nutrias gigantes, tortugas gigantes y caimanes negros que se hallaban al borde del colapso.

La recuperación del arapaima ha propiciado nuevas inversiones que han favorecido a las comunidades forestales en dificultades.

Al mismo tiempo, la recuperación del arapaima ha generado nuevas inversiones de miles de dólares que han favorecido a las comunidades forestales en dificultades». Con el reconocimiento otorgado por Rolex, Campos-Silva quiere extrapolar ese experimento local a otras 60 comunidades con el objetivo de cuadruplicar el número de arapaimas en tan solo tres años. «Los ingresos adicionales de la pesca y de su gestión crearán escuelas, clínicas sanitarias y empleos, especialmente para mujeres», explica. Salvar el arapai-ma, concluye, es todo un antídoto contra la pobreza.

Krithi Karanth, experta en conflictos entre fauna salvaje y humanos, observa el paisaje para identificar posibles focos de conflicto cerca de una población.
Foto: ©Rolex / Marc Shoul

En paralelo a la labor de este brasileño y a más de 14.000 kilómetros de distancia, otra científica, Krithi Karanth, bióloga conservacionista de 40 años, trabaja en otro interesante proyecto en su tierra natal, la India, también merecedor de un Premio Rolex a la Iniciativa. En este país, el segundo más superpoblado del planeta, los animales salvajes están apiñados en apenas el 5 % del territorio y, a medida que la población humana aumenta, se multiplican las fricciones entre la vida salvaje –como leopardos, tigres o elefantes, cada vez más escasos– y los habitantes de las zonas aledañas a los parques nacionales.

Karanth, especializada en la gestión de este tipo de conflictos, lo que ya le valió hace años el apoyo de National Geographic, gestiona desde 2015 un servicio denominado Wild Seve (seve significa servicio en la lengua india kannada) a través del cual se pueden reclamar indemnizaciones por las pérdidas causadas por la fauna, principalmente la destrucción de cultivos por los elefantes y la pérdida de ganado por los tigres.

Krithi Karanth es consciente de cómo en su país, la India, el uso de la tierra acota cada vez más el hábitat de las especies, como evidencia esta imagen aérea, donde los cultivos colindan con un parque nacional.
Foto: ©Rolex / Marc Shoul

«Aunque el Gobierno indio paga cinco millones de dólares estadounidenses al año para indemnizar a los agricultores y lugareños por los daños causados por animales, las personas indemnizadas por el Estado son solo una parte de la población que realmente se ve afectada por este tipo de problemas», dice. A través de Wild Seve se identifican focos de conflicto y se atiende actualmente a medio millón de personas, las cuales viven en 600 pueblos cercanos a los parques nacionales de Bandipur y de Nagarhole, en el estado de Karnataka. Hasta el momento se han presentado unas 14.000 reclamaciones de 6.400 familias por un valor de 200.000 dólares, lo que ha logrado disminuir la hostilidad y aumentar la confianza entre los conservacionistas y las comunidades.

Ahora, y gracias al soporte de Rolex, Karanth se ha propuesto expandir Wild Seve a mil pueblos más y poner a prueba una serie de medidas en zonas muy conflictivas para reducir los daños a los cultivos y aumentar la seguridad de las personas, el ganado y la fauna. No solo eso: además, desarrolla otra iniciativa, llamada Wild Shaale (shaale significa escuela en kannada), un programa educativo centrado en la conservación que se impartirá en 300 colegios de zonas muy conflictivas, donde acuden hasta 20.000 niños, y que quiere centrarse en la percepción que los lugareños tienen de la fauna con la que conviven. ¿Su objetivo final? Convertir esta iniciativa en un modelo de conservación comunitaria en todo el mundo para todas aquellas personas que viven en estrecha proximidad con la vida salvaje.

La bióloga Emma Camp identifica las especies más resistentes en el Gran Arrecife de Barrera de Australia.
Foto: ©Rolex / Franck Gazzola

Conscientes de que hoy más que nunca necesitamos salvaguardar nuestros ecosistemas, Rolex ha querido también premiar este año otros proyectos de conservación en la categoría de Laureados Adjuntos. Los galardonados han sido la bióloga británica Emma Camp, centrada en la recuperación de los arrecifes de coral, y el ornitólogo argentino Pablo García Borboroglu, que lleva más de 30 años estudiando a los pingüinos.

Tras largo tiempo explorando hábitats coralinos de todo el mundo, Emma Camp ha identificado corales que sobreviven a pesar de las condiciones ambientales extremas y hostiles en las que viven. En concreto, ha localizado comunidades de coral en aguas calientes, ácidas y bajas en oxígeno alrededor de manglares que parecen capaces de adaptarse a las condiciones ecológicas que los humanos están ocasionando en los arrecifes de coral. Según Camp, estos «focos de adaptación de los corales» pueden ser la clave para entender la supervivencia de estos organismos frente a la emergencia climática en curso.

El estudio de Emma Camp puede ser clave para entender la supervivencia de los corales frente a la actual emergencia climática

La bióloga quiere localizar estos focos en el norte del Gran Arrecife de Barrera australiano, registrar sus especies más resistentes y trasplantarlas a las zonas más devastadas. «Tenemos que ser creativos –afirma esta exploradora–. Necesitamos volver a fijarnos en la naturaleza, ver cómo ha sobrevivido durante tanto tiempo y utilizar ese conocimiento, en combinación con la innovación y la tecnología, para intentar conservar lo que tenemos».

El ornitólogo Pablo García Borboroglu posa entre una colonia de pingüinos de Magallanes, a los que quiere salvaguardar.
Foto: ©Rolex / Tomas Bertelsen

Por su parte, Pablo García Borboroglu dedica todo su esfuerzo a revertir la alarmante situación de muchas especies de pingüinos. «De las 18 que viven en nuestro planeta, más de la mitad están actualmente en peligro de extinción, y para la mayoría la situación no hace sino empeorar –comenta este ornitólogo, presidente de la Global Penguin Society–. Los pingüinos son verdaderos indicadores de la salud de los océanos, ya que son sensibles a todos los cambios en sus hábitats».

La pesca excesiva y el cambio climático son algunas de las amenazas más preocupantes que se ciernen sobre ellos, ya que provocan la falta de alimento. Este es el motivo de que estas aves se alejen cada vez más de sus colonias para encontrar peces con los que alimentar a sus crías. «Para conseguir comida nadan cientos de kilómetros, y cuando vuelven, las crías suelen haber fallecido por inanición», explica García Borboroglu.

Los pingüinos llegan a nadar cientos de kilómetros para conseguir comida, y cuando vuelven, las crías suelen haber fallecido por inanición.

Su proyecto persigue mejorar el conocimiento científico de tres especies esenciales –el pingüino de Magallanes de Argentina, el pingüino rey de Chile y el pingüino de Fiordland de Nueva Zelanda– para formular recomendaciones basadas en la ciencia con el fin de orientar su conservación. Para ello quiere involucrar a comunidades locales y colegios de Argentina en el estudio y la conservación de los pingüinos y establecer un modelo que puedan seguir otros países. También trabajará con Gobiernos locales y nacionales y con terratenientes para mejorar la toma de decisiones en temas que afectan a la conservación de los pingüinos, por ejemplo, contribuyendo a la creación de nuevas áreas marinas protegidas.

Toda una serie de proyectos que nos recuerdan, una vez más, que conservar la vida salvaje que puebla la Tierra no es más que preservar el futuro a largo plazo de nuestra propia especie.