Dicen que los ojos son las ventanas del alma. Por ello, si nos fijamos en la mirada de una gallina, podemos vislumbrar su tristeza por cargar sobre sus alas un pasado increíble que no volverá. Las aves actuales son las descendientes directas de los dinosaurios avianos, animales majestuosos que, junto a sus hermanos no avianos, dominaban el planeta hace 66 millones de años. Ahora bien, aunque los pájaros modernos evolucionaron tras la caída del meteorito, sus antepasados ya se encontraban en La Tierra desde mucho antes. Actualmente existe una gran controversia sobre el origen de las características que convierten a un “dinosaurio” en un “ave”, pero gracias al descubrimiento de más y más fósiles, el puzle de la evolución aviana cada vez tiene más piezas para ser completado.

El mundo al final del jurásico

Un nuevo estudio publicado en Nature ha sido posible debido a una desgracia acontecida hace 150 millones de años. En aquel momento, el mundo era muy distinto al actual. El súper continente Pangea había comenzado a separarse en Laurasia y Gondwana, un hecho que fue alterando el clima de la región y que favoreció la aparición de enormes bosques de coníferas, helechos y ginkgos. Si viajásemos a uno de esos bosques, es posible que no pudiésemos diferenciarlo de alguno de los actuales, excepto por dos pequeñas razones: La primera sería la ausencia de flores y la segunda, porque los enormes dinosaurios de la época nos llamarían la atención.

Entre los dinosaurios que habitaban los súper continentes encontramos los braquiosaurios, conocidos popularmente como “Cuellilargos”, que podían medir más de 30 metros desde la cabeza a la cola y pesar como 3 autobuses. También podríamos ver estegosaurios, unos dinosaurios del tamaño de una furgoneta que exhibían unas enormes placas en la espalda y colas armadas con pinchos para defenderse de los depredadores. Porque sí, en este mundo se encontraban depredadores terroríficos tanto en el suelo, los Allosaurus y Torvosaurus entre otros, como en el aire, donde los pterodáctilos dominaban los cielos.

Entre tanta fauna enorme, también podríamos cruzarnos con animales conocidos, como cocodrilos y tortugas. Además, probablemente en esta época aparecieron las primeras ranas, que se alimentarían de los insectos que pudiesen cazar. Para acabar de recrear el ecosistema, es probable que los antepasados de los mamíferos y pequeños lagartos corretearan por el suelo y trepasen los árboles, lo que les permitiría sobrevivir en un mundo implacable.

¿Es un pájaro? ¿Es un dinosaurio?

Siguiendo con esta fauna pequeña, las evidencias de los primeros antepasados conocidos de las aves también datan de hace unos 150 millones de años. Estos antepasados, denominados arqueópterix, eran dinosaurios emplumados del tamaño de un cuervo, pero una cola larga y fauces dentadas que le daban un aspecto terrorífico. Sin embargo, ni la fauna, ni la flora que hemos descrito fueron las causantes de la desgracia que nombrábamos, sino que todo ocurrió en las aguas pantanosas de una ciénaga.

Se desconocen los motivos, pero hace 150 millones de años, un ejemplar de Fujianvenator prodigiosus se encontraba en una zona de aguas poco profundas. Este ejemplar, cuyo peso ha sido estimado en  641 gramos, medía entre medio metro y 90 centímetros. Los paleontólogos no han podido averiguar si su cuerpo estaba cubierto de plumas, pero Min Wang, autor principal del estudio, cree que sí, ya que sus parientes más cercanos sí que las exhibían.

 

The team
Min Wang

Un equipo conjunto de investigadores del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología y del Instituto de Estudios Geológicos de Fujian en el yacimiento poco después del descubrimiento del Fujianvenator prodigiosus.

La característica más interesante del Fujianvenator es la disposición de sus patas. En ellas, se puede observar que su tibia es más o menos el doble de larga que el fémur. Estas largas patas indican que es probable que el animal no volara, si no que se desplazase corriendo a gran velocidad. Así lo explica Bhart-Anjan Bhullar, paleontólogo de la Universidad de Yale en New Haven (Connecticut), que compara este animal con los correcaminos actuales.

Lamentablemente, este ejemplar no corrió muy lejos. Por el área y la posición en la que se encontró el fósil, el Fujianvenator que ha llegado hasta nuestros días murió y quedó enterrado en los lodos de una ciénaga.

Los paleontólogos han conseguido obtener esta información al examinar detalladamente los alrededores del fósil. En el área estudiada encontraron una enorme cantidad de criaturas que se cree que habitaban este tipo de aguas. Entre ellas se encuentran peces óseos, tortugas, y pequeños lagartos acuáticos, es decir, todo un ecosistema al que han denominado fauna de Zhenghe.

 

Fujianvenator prodigiosus
Mr. Chuang Zhao

Reconstrucción de Fujianvenator prodigiosus con otros vertebrados acuáticos y semiacuáticos de una nueva fauna terrestre del Jurásico.

Ahora bien, la hipótesis del “correcaminos prehistórico” no es la única que se encuentra encima de la mesa. Otra de las ideas que se baraja es que estas largas patas le sirvieran al Fujianvenator para remover el fondo del pantano y espantar y cazar pequeños insectos, así como otros animales acuáticos. Lamentablemente, el fósil carece de cráneo y de cola, por lo que la información del tipo de alimentación que se puede obtener de este antepasado de las aves es más bien escasa.

Una suerte en la desgracia

Sea como fuere, el animal murió en la ciénaga y acabó sumergido en el lodo. Aunque este suceso marcase el fin de la vida del pobre ejemplar de Fujianvenator, era el comienzo de un proceso que permitiría que sus restos llegasen hasta nuestros días: La fosilización. El lodo en el que quedó enterrado este ejemplar actuó como una capa protectora ante la descomposición. Así, las estructuras celulares de sus huesos fueron siendo sustituidas lentamente por minerales, mucho más resistentes al paso del tiempo.

Este proceso es muy delicado, y es muy improbable que se den las condiciones ideales de fosilización en un animal tan pequeño. Cuanto más grandes son los huesos de un animal, más fácil es que resistan a las fuerzas de la naturaleza antes de quedar enterrados, y también es menos probable que sean devorados por carroñeros. Por ello, los restos de animales tan pequeños son muy escasos, lo que dificulta recrear los ecosistemas de otras eras.

Afortunadamente, estos fósiles aportan información sobre mundos que quedaron en el pasado. Estos mundos eran muy distintos a nuestro hogar; algunos tenían océanos cálidos y llenos de extrañas criaturas, en otros, caminaban enormes colosos que hacían retumbar la tierra con sus inmensos cuerpos. De una forma u otra, aquellos mundos desaparecieron y acabaron evolucionando en el que vivimos hoy en día.

Al final, siempre quedan vestigios de este pasado. Estas huellas nos pueden llegar en forma de restos convertidos en piedra, que nos permiten recrear la fauna y la flora de antaño. Pero también podemos encontrarlos en la triste mirada de una gallina que sabe que, sobre sus alas, reposan los fantasmas de animales majestuosos que se extinguieron hace millones de años.