Después de más de 60 años de exploración lunar, la comunidad científica ha podido descubrir que el satélite terrestre está formado por una corteza hecha de plagioclasos cubierta por un manto del que se sabe que es es más rico en hierro y magnesio, aunque hasta la fecha se desconocía su composición. Los cráteres grandes cráteres de impacto que tapizaron la superficie lunar durante su formación pueden servir de ayuda para recabar nueva luz sobre este misterio, aunque hasta la fecha únicamente se tenía acceso a los cráteres encontrados en la cara visible de la luna, que se inundaron posteriormente de lava volcánica, que, al enfriarse, acabó formando los mares que se conocen en la actualidad. La comunidad científica tiene ahora la oportunidad de estudiar aquellos cráteres ocultos en la cara oculta de la Luna, desde que el pequeño robot Yutu-2, de la misión china Chang-E ‘4, aterrizara allí a principios de este año.

Uno de los mayores cráteres del satélite es el Aitken, un enorme agujero de unos 2.500 kilómetros de diámetro originado por el impacto de un cuerpo celeste tan violento que penetró más allá de la corteza, destapando el manto del satélite y dispersándolo por la superficie.

En un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Nature, un equipo de científicos de la Academia Nacional de Ciencias de China afirma que las muestras recogidas por el robot Yutu-2 desvelan que la composición de la superficie del cráter no se parece a la encontrada en los mares de la cara visible recogido en misiones anteriores. En concreto, las observaciones realizadas por el espectrómetro de luz visible e infrarroja del robot explorador han desvelado la presencia de calcio, piroxeno y olivino, materiales que pueden originarse en el manto lunar.

La teoría de la formación de la Luna

El satélite terrestre es el resultado de un impacto de enormes consideraciones producido en nuestro planeta hace unos 4.500 millones de años, cuando un asteroide del tamaño de Marte llamado Tea impactó contra nuestro planeta, desplegando en órbita una ingente cantidad de detritos que acabaron fusionándose en lo que hoy conocemos como la Luna.

Según una investigación reciente publicada en Nature Geoscience, este fenómeno pudo producirse antes de lo que se pensaba, cuando la Tierra era todavía un protoplaneta cubierto de magma, lo que explicaría las similitudes en cuanto a la composición geológica del planeta y el satélite Ahora, el análisis de los restos de uno de los cráteres más masivos de la superficie lunar podría ayudar a resolver el rompecabezas de los primeros años del sistema solar.