Hace unos 129 millones de años vivió un dinosaurio que medía unos dos metros hasta la cadera (y que podía alcanzar los seis o siete metros de altura) y que deambulaba de una manera un tanto peculiar por donde en la actualidad se extiende el yacimiento de Las Hoyas, en la serranía de Cuenca. De él solo se sabe que era un dinosaurio carnívoro y que, al parecer, sufría de una malformación en una de sus patas, de ahí su extraña forma de caminar. ¿Y cómo puede saberse algo así? Pues porque el azar hizo que cuando atravesaba una charca, renqueando, dejara allí impresas para la posteridad sus inusuales pisadas. Millones de años después, un equipo de paleontólogos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha examinado estas huellas y ha publicado los resultados de su investigación en la revista PLOS ONE. De hecho, el trabajo casi podría calificarse como digno de un hábil detective.

El misterioso dinosaurio cojo

Estas huellas de dinosaurio (también conocidas como icnitas) presentan una particularidad: mientras que las del pie derecho son normales, es decir, con la característica marca de tres dedos, las del izquierdo aparecen deformadas y con uno de los dedos dislocado. Además, las huellas se encontraban más separadas de lo que cabría esperar, lo que hace suponer a los paleontólogos que este dinosaurio se veía obligado a ajustar su paso para compensar la pisada de su pie lesionado. De hecho, la profundidad y las marcas de las uñas dejadas por el pie derecho del animal respaldan la teoría de que cargaba más su peso en dicho lado, aunque a pesar de su aparente cojera era capaz de apoyar sus dos patas. Los investigadores han subrayado el hecho de que es muy curioso comprobar que deformidades similares pueden observarse en los dedos de las patas de algunas aves actuales que sufren este tipo de dolencias y que, al igual que el dinosaurio que dejó sus huellas en el yacimiento de Las Hoyas, las aves con este problema muestran una compensación similar en sus movimientos.

Estas huellas de dinosaurio (también conocidas como icnitas) presentan una particularidad: mientras que las del pie derecho son normales, es decir, con la característica marca de tres dedos, las del izquierdo aparecen deformadas y con uno de los dedos dislocado.

Foto: Equipo de investigación de Las Hoyas, Universidad Autónoma de Madrid

Imagen de las huellas del dinosaurio encontradas en el yacimiento de Las Hoyas.

Las huellas de aquel dinosaurio desconocido quedaron impresas en lo que entonces era un lecho microbiano de aguas pestilentes. Hay que recordar que en aquel período la península ibérica era una isla oceánica situada en una extensión acuática conocida como mar de Tetis, y en la actual serranía de Cuenca existía un ecosistema donde proliferaban los humedales. De todos modos es imposible saber el motivo por el cual ese dinosaurio cojo se habría acercado hasta allí. Tal vez lo hizo para beber o para alimentarse de algunos de los cientos de peces que nadaban en aquellas aguas, ya que algunos dinosaurios solían pescar para alimentarse. Otro aspecto que ha sorprendido bastante a los científicos es el tamaño de las huellas, que son mucho más grandes que las de otros dos dinosaurios también descubiertas en Las Hoyas: las de un Pelecanimimus, un dinosaurio que por su aspecto recuerda a un avestruz actual, y las de un Concavenator, un animal que presentaba una particular joroba en la espalda. Todo parece indicar que el misterioso dinosaurio cojo, cuya especie aún no ha sido divulgada, era un rival muy a tener en cuenta para el resto de dinosaurios que habitaron aquella pantanosa zona durante el Cretácico.