Hace más de un decenio que unas extrañas señales de radio traen de cabeza a astrónomos de todo el mundo. Se llaman FRB (Ráfagas Rápidas de Radio, por sus siglas en inglés), y son extremadamente débiles y cortas, apenas consisten en un pulso fugaz que dura de promedio unos milisegundos. Fueron descubiertas por primera vez en 2007 por los astrónomos Duncan Lorimer y David Narkevic, de la Universidad de Virginia Occidental, mientras analizaban datos de archivo correspondientes a los los distintos estallidos de energía en tránsito por el universo, como pueden ser los púlsares o los estallidos de rayos gamma. Los investigadores se propusieron seguir investigando aquel extraño fenómeno, para el que no escatimaron imaginación a la hora de encontrar una posible explicación: podían indicar la presencia de agujeros negros, estrellas de neutrones o hasta la colisión de naves extraterrestres.

De lo que tenemos certeza es que son de naturaleza extragaláctica -explica a National Geographic España el doctor Kaustubh Rajwade, astrofísico de la Universidad de Manchester-. Hasta la fecha, el fenómeno más parecido que conocemos eran las estrellas de neutrones que emiten ondas de radio en nuestra galaxia. Las ráfagas FRB contienen información sobre la fuente y el objeto o el material intermedio que se sitúa entre nosotros y el lugar de origen del FRB, aportando datos vaiosossobre la composición del universo fuera de la Vía Láctea”, apunta.

100 casos documentados

Hasta ahora, la comunidad científica ha sido capaz de documentar aproximadamente un centenar de casos más de FRB. Descubrieron que aquellas señales estaban estrechamente relacionadas con grandes cataclismos cósmicos que responden a eventos singulares, como puede ser la explosión de una estrella. Llegaron a esa conclusión porque la gran mayoría de estos extraños fenómenos no se repetía nunca, lo que daba a entender que se trataba de sucesos puntuales. Una de estas señales era la FRB180924, que, según una investigación llevada a cabo por un equipo de astrónomos de la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth, procedía de una explosión registrada en una galaxia del tamaño de la Vía Láctea situada a unos 3.600 años luz.

Pero todo cambió con la señal FRB 121102, localizada por el radiotelescopio Arecibo en noviembre del 2012, de la que cuatro años más tarde se descubrió que se volvía a repetir. Los astrofísicos siguieron entonces con la mosca detrás de la oreja, escudriñaron estas señales y las compararon con las de los registros, y se dieron cuenta de que algunas FRB eran cíclicas. En el mes de marzo de 2020 un equipo de astrónomos de la Universidad Cornwell en colaboración con el el telescopio CHIME de Canadá lograron interpretar la frecuencia de una de ellas, llamada FRB 180916.J0158 + 65, de la que descubrieron que volvía a aparecer exactamente cada 16 días.

Ciclos de 157 días

Ahora, otro equipo de científicos ha desvelado parcialmente el misterio de la señal FRB 121102, y han concluido que también sigue un patrón cíclico, aunque en esta ocasión de 157 días.

Estas ráfagas vienen siendo detectadas desde el año 2016, aunque hasta ahora no se habían dado cuenta de que seguía un patrón cíclico constante.

Después comparar la frecuencia de estas señales captadas por el radiotelescopio Lovell, situado en el noroeste de Inglaterra, con otras observaciones presentes en la literatura científica, se dieron cuenta de que la señal FRB 121102 se emitían ráfagas periódicas a lo largo de 157 días. "Descubrimos que emite ráfagas en una ventana de 90 días y luego permanece en silencio durante 67 días", explica Rajwad, quien pone énfasis en que las ráfagas no son periódicas dentro de ese período, sino que se se suceden de forma bastante aleatorios. "La periodicidad - puntualiza- se producen en el ciclo, pero no entre las ráfagas", explica. Los expertos han comprobado que estas ráfagas vienen siendo detectadas desde el año 2016, aunque hasta ahora no se habían dado cuenta de que seguía un patrón cíclico de forma constante.

El hallazgo, publicado recientemente en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, de la Real Sociedad Astronómica, proporciona una pista importante para identificar el origen de estas enigmáticas señales.

A 3.000 millones de años luz

Según aclara el Rajwad, la repetición podría explicarse por la precesión (el tambaleo) del eje magnético de una estrella de neutrones, aunque admiten que 157 días es un período relativamente largo para explicar dicho fenómeno, lo que hace pensar en una alternativa. "Mi hipótesis -aclara- es que se trata de un objeto compacto en órbita con otro objeto astrofísico, el cual podría ser cualquier cosa, desde una estrella masiva hasta un agujero negro". Preguntado por su localización, explica que se encontraría en una galaxia enana en formación situada aproximadamente a unos 3.000 millones de años luz de la Tierra.

"Este emocionante hallazgo pone de relieve lo poco que sabemos sobre el origen de los FRB", apunta Duncan Lorimer, uno de los investigadores de la Universidad de Virginia Occidental, implicado en el desarrollo de la técnica de análisis de datos que condujo al descubrimiento. A la espera de conclusiones definitivas sobre su procedencia, este hecho da prueba de un axioma irrefutable: el universo sigue enviándonos señales. Solo tenemos que estar despiertos para interpretarlas.