Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argetina (Conicet) han identificado una nueva especie de plesiosaurio, un reptil marino que vivió durante la era Mesozoica. Se trata de un elasmosaurio, la familia con los cuellos más largos entre todos los plesiosaurios, que ha sido bautizado con el nombre de Chubutinectes carmeloi.
El hallazgo del fósil se produjo en 2009 en un área rural de Chubut, en la Patagonia argentina, y ha sido descrito como una nueva especie en un estudio publicado recientemente en la revista Cretaceous Research. El espécimen, único de su especie, se distingue de otras por numerosas diferencias en la forma y longitud de los huesos y por su cuello anormalmente largo. Vivió hace unos 67 millones de años durante el periodo Maastrichtiense, el último antes de la gran extinción que acabó con gran parte de la fauna del planeta incluidos los dinosaurios.
Conicet
Reconstrucción con las partes recuperadas del esqueleto.
Un monstruo marino desproporcionado
El Chubutinectes carmeloi es uno de los plesiosaurios más impresionantes y extraños que se han descubierto jamás. Los elasmosaurios en general poseían cuellos larguísimos, pero esta especie, además, tenía las vértebras cervicales centrales más alargadas que sus parientes cercanos: esto ensanchaba su cuello, que suponía alrededor de la mitad de la longitud total de su cuerpo. Era un monstruo marino desproporcionado, cuyo tronco ocupaba solo dos metros de los ocho totales que medía.
Si restamos la longitud de la cola y de una pequeña cabeza, este animal tenía un cuello anormalmente largo incluso para la familia de los elasmosaurios. Una serie de adaptaciones en los huesos le permitían manejar este cuello de forma eficaz, que usaba para alimentarse en aguas poco profundas. A pesar de sus proporciones, se trataba de un plesiosaurio de tamaño mediano.
El fósil fue descubierto en 2009 por Carmelo Muñoz, residente de un área rural de la Patagonia argentina, en honor del cual se ha bautizado la nueva especie. Contenía vértebras cervicales y parte del húmero; cuando lo entregó a los paleontólogos, estos excavaron el lugar del hallazgo y pudieron recuperar muchas más partes del elasmosaurio: la mayor parte de las vértebras y varias costillas, así como huesos de las aletas y de la pelvis, lo que les ha permitido reconstruir con gran precisión el aspecto que debía de haber tenido este reptil prehistórico. También encontraron numerosos gastrolitos, piedras que el animal ingería para facilitar la digestión en el estómago.