Normalmente, cuando hablamos de virus, nos referimos a la propagación de enfermedades, pero estos agentes infecciosos también pueden ejercer el efecto contrario. Algo lógico, teniendo en cuenta que se calcula que hasta el 8% de nuestro ADN proviene de virus que en un día infectaron a nuestros ancestros. Por ejemplo, se sabe que cuando un óvulo fecundado intenta implantarse en el útero, envía señales que hacen que el sistema inmunológico a su alrededor deje de funcionar, señales supresoras que se ha probado que están fabricadas por los virus que están alojados permanentemente en nuestro ADN.
Los virus, como las bacterias, son una parte indisoluble de nuestro organismo, y algunos de ellos cumplen misiones esenciales para su funcionamiento, beneficios que apenas hemos empezado a comprender y que dan lugar a nuevas investigaciones para el tratamiento de todo tipo de enfermedades, desde el cáncer a las infecciones causadas por bacterias superresistentes, un campo de estudio que gana terreno en el mundo de la medicina.
Hasta el 8% de nuestro ADN proviene de virus que en un día infectaron a nuestros ancestros
Ahora, un reciente estudio publicado en la revista especializada Clinical Infectious Diseases ha demostrado que la terapia con virus bacteriófagos para el tratamiento de infecciones es segura, además de eficaz, en al menos el 50% de los casos. Es el resultado de una investigación con 20 pacientes en el que han participado especialistas del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.
El auge de las bacterias resistentes a los antibióticos preocupa, y mucho, a la comunidad científica. La OMS calcula que a mediados de este siglo la cifra de muertes por este tipo de patógenos podría rondar los 10 millones de personas, más que todos los decesos provocados por el cáncer y por accidentes de tráfico. Entre ellas, las infecciones con microbacterias no tuberculosas, como las causadas por la bacteria Mycobacteriumabscessus, resultan especialmente difíciles de tratar y necesitan de dosis muy elevadas y prolongadas de antibióticos, con el consecuente incremento de efectos secundarios no deseados.
Entre los pacientes más vulnerables a estas infecciones se encuentran aquellos aquejados por fibrosis quística u otras patologías que provocan la dilatación crónica de los bronquios, dolencias que con una base clínica complicada y que obligan, en palabras de Cristina Berastegui, doctora del Servicio de Neumología del hospital Vall d’Hebrón y autora del estudio recién publicado, a "buscar nuevas terapias cuando el tratamiento tradicional ya no es suficiente".
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Según la OMS, las superbacterias acaban cada año con la vida de unas 700.000 personas. Para 2050 calcula que la cifra de fallecidos podría llegar a los 11 millones.
Y es aquí donde entran en juego los virus bacteriófagos, o 'fagos', como se denomina el grupo de estos agentes infecciosos que utilizan las bacterias como célula huésped para replicarse, lo que acaba provocando la muerte de estas. La dificultad de estas terapias, afirman los investigadores, radica en encontrar el virus adecuado para cada caso, es decir, un agente infeccioso capaz de infectar la bacteria presente en el paciente.
"Los fagos son capaces de superar barreras fisiológicas, y por tanto, penetrar en tejidos inflamados, lo que abre una oportunidad a infecciones donde es más difícil la acción de un antibiótico", explica Cristina Berastegui, doctora del Servicio de Neumología del hospital Vall d’Hebrón y autora de un estudio.
Para la realización del estudio, el equipo de científicos seleccionó a un grupo de 20 pacientes diagnosticados por alguna infección bacteriana a los que se administraron estos virus a través de vía intravenosa. Más del 50% de los casos (11 pacientes) presentaron mejoras significativas y ninguno mostró rechazo al tratamiento vírico, lo que ha desatado un cierto optimismo entre la comunidad científica, quienes alertan, sin embargo, que no pueden extraerse conclusiones claras de qué factores determinan el éxito o el fracaso de este tipo de tratamientos, habida cuenta la limitada muestra.
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Los virus bacteriófagos -también llamados 'fagos'- están especializados en la infección de bacterias.
El problema: pocos virus disponibles
El empleo de virus para combatir enfermedades no es nuevo, pero el principal problema para reducir las bacterias causantes de enfermedades es que no hay demasiados disponibles. “Tenemos una librería pequeña, cada uno de los cuales solo afecta a una bacteria en concreto", explica la doctora Susana Gómez, miembro del grupo de investigación de neumonía del VHIR, "con lo que aparejar la bacteria presente en el paciente con un virus en concreto es un proceso laborioso y, a veces, imposible". Sin embargo, el aislamiento y reconocimiento.
A pesar de las conclusiones prometedoras del estudio, los científicos dejan claro que no se trata de una terapia sustitutiva, sino complementaria, al uso de antibióticos. El objetivo final, aclaran, es reducir suficientemente la colonia de bacterias como para permitir que los medicamentos tradicionales hagan su trabajo y erradiquen la infección, o al menos reducir su alcance y mejorar el cuadro clínico del paciente, pero en ningún caso se trata de acabar completamente con la infección bacteriana.
La doctora Susana Gómez explica que el objetivo “no es crear un nuevo tratamiento que se pueda extender a todo el mundo, sino dar respuesta a casos de alta complejidad cuando los tratamientos convencionales han fracasado”, por eso enfocan el tratamiento al uso compasivo para tratar enfermedades en pacientes con afecciones respiratorias previas en los que el uso de antibióticos ha demostrado no ser eficaz. Casos muy complicados en los que hasta ahora no podían darse ninguna solución.
De momento, se trata de dar una nueva oportunidad, aunque los investigadores esperan que nuevos estudios ayuden a ampliar la ‘librería’ de virus bacteriófagos disponibles, de manera que permita llegar a más pacientes. "El futuro de la medicina pasa por personalizar los tratamientos lo máximo posible y buscar la combinación más eficiente para cada uno de los pacientes", sentencia Berastegui.