El ser humano es una especie (Homo sapiens) dentro del orden primates, por lo que comparte un pasado evolutivo cercano común. Dentro de ese orden, que surgió hace 60 millones de años, el ser humano tiene muchos parientes.

Los primates más cercanos son los denominados grandes simios (gorila, chimpancé, bonobo y orangután), que habitan en África y en el sudeste asiático y que, junto con el Homo sapiens, forman la familia Hominidae. Otros primates próximos (separados de los grandes simios hace unos 25 millones de años) son la familia Cercopithecidae, que incluye a babuinos, macacos y gibones, entre otros. Tanto homínidos como cercopitecos se conocen como monos del Viejo Mundo. y, como en todas las familias, el parentesco implica semejanzas profundas. ¿Significa esto que todos los primates son susceptibles de contraer la COVID-19?

Enfermedades en humanos y otros primates

Varias enfermedades humanas se pueden transmitir a los simios con consecuencias catastróficas. Algunos ejemplos de enfermedades respiratorias son las producidas por metapneumovirus (mucho más grave en los chimpancés que en las personas; es mortal para los chimpancés jóvenes) y por el rinovirus humano C (en Uganda murieron 5 de 56 chimpancés enfermos).

Otro ejemplo de enfermedad humana que los primates pueden padecer es la causada por el virus del Ébola (con una mortalidad del 95 % en gorilas).

El ser humano puede contagiar estas enfermedades a los simios, pero no es una vía de contagio unidireccional, los simios también pueden transmitir enfermedades a las personas. Estas enfermedades contagiadas entre animales y seres humanos se conocen como zoonóticas. En muchas ocasiones están propiciadas por un mayor contacto entre la vida silvestre y los humanos como consecuencia del aumento de la accesibilidad o por la deforestación y otros cambios que modifican el hábitat original de los simios.

En las enfermedades zoonóticas, los virus pueden experimentar mutaciones en estos hospedadores alternativos y crear nuevas variantes frente a las que las especies no están preparadas.

En este contexto cabe preguntarse si parientes tan cercanos como los simios podrían infectarse con SARS-CoV-2 y desarrollar la enfermedad COVID-19. Existe al menos un precedente de la infección de chimpancés por otro coronavirus, el denominado OC43, que en 2016 afectó a un grupo de chimpancés silvestres en Costa de Marfil. Algunos de los animales mostraron tos y estornudos como signos de la enfermedad.

Debido al cercano parentesco, los simios y las personas pueden tener las mismas proteínas clave implicadas en la patogenia de COVID-19, lo que les haría susceptibles a la enfermedad. ¿Existen motivos para preocuparse?

Cómo actúa SARS-CoV-2 en los primates

SARS-CoV-2 es un virus redondeado con unas espículas prominentes llamadas S (de spike, espícula en inglés). Como esas espículas son lo más externo del virus, son reconocidas por unas moléculas en la superficie de las células. El reconocimiento puede entenderse como una llave que entra en su cerradura y es muy específico.

En el caso de SARS-CoV-2, la molécula celular receptora es la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2). El virus solo puede entrar en aquellas células que tengan esa molécula concreta en su superficie. Aunque ACE2 está en todos los mamíferos, su secuencia genética ha ido variando debido a la evolución. Cuanto más próximas están las especies, mayor homología hay entre sus ACE2.

Se han estudiado mediante análisis informáticos las secuencias de ACE2 de 16 especies de homínidos y cercopitecos (monos del Viejo Mundo), 6 de monos del Nuevo Mundo y 4 de otros primates más alejados, así como de otras especies no primates. En concreto, se ha analizado una región de la molécula llamada RBD, que se ha demostrado tiene gran relevancia en el reconocimiento.

En todos los monos del Viejo Mundo estudiados esa secuencia concreta es exactamente igual que la del ser humano, pero difiere más en el resto de las especies analizadas, a excepción de un pequeño lémur de Madagascar (Propithecus coquereli). Esto quiere decir que, al menos en teoría, los grandes simios, los macacos, los babuinos, los papiones y, en definitiva, todos los monos del Viejo Mundo, podrían sufrir la enfermedad. Aunque tener el receptor no lo es todo.

¿Pueden infectarse y mostrar el cuadro clínico?

En el plano de la experimentación animal, hay varios estudios al respecto. Se han infectado experimentalmente dos especies de monos del Viejo Mundo (macaco Rhesus y macaco cangrejero) y una del Nuevo Mundo (tití común).

Se ha comprobado que todos los macacos Rhesus desarrollaron un cuadro clínico con fiebre, pérdida de peso, presencia de virus (determinada por qPCR) en tejidos oronasales, lesiones pulmonares, viremia y eliminación de virus (los virus salen del organismo, pero este sigue infectado). El macaco cangrejero y el tití tuvieron un cuadro clínico más leve.

En otro estudio realizado con macacos cangrejeros se determinó que presentaban cuadro clínico similar a la COVID-19 y que eliminaban el virus por diferentes vías (oronasal, principalmente).

Cuando hay una infección, el organismo responde formando anticuerpos contra el patógeno. En muchas ocasiones son neutralizantes, dirigidos hacia la proteína vírica que es reconocida por el receptor celular. En la analogía de la llave (proteína de la superficie del virus) y la cerradura (receptor celular), es como si se embadurnara la llave para inutilizarla.

Los primates responden con formación de anticuerpos tras la infección inicial. Se demostró en otro estudio que analizó la dinámica de la infección en macacos Rhesus. Cuando se reinfectó a un grupo de estos primates 28 días después de haber mostrado un cuadro inicial de COVID-19 típico, no presentaron cuadro clínico ni eliminación del virus por vía nasofaríngea o anal.

Como se ha visto, tanto los grandes simios (muchos de ellos en peligro de extinción) como los cercopitecos, más alejados de nosotros, pueden infectarse con SARS-CoV-2, mostrar cuadro clínico de COVID-19, eliminar virus y transmitírselos a otros y responder a la infección produciendo anticuerpos protectores. Debido a los antecedentes de las consecuencias devastadoras de otros virus humanos en estos parientes, es necesario extremar las precauciones y evitar que se infecten. Se trata de proteger a una parte de la gran familia.

*Esperanza Gómez-Lucía es Catedrática de Sanidad Animal y codirectora del Grupo de Virus Animales en la Universidad Complutense de Madrid. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.