Amos Dolbear, físico estadounidense, establecía en 1897 una sencilla ecuación que permitía relacionar la frecuencia del canto de los grillos con la temperatura exterior. Esta conexión entre matemáticas y naturaleza pasaría a llamarse la ley de Dolbear. 

La relación entre ambos fenómenos sorprendió a la comunidad científica, que se interesó en estudiar más en profundidad el metabolismo y el canto de este animal. 

Finalmente la fórmula fue considerada válida para obtener una temperatura aproximada del entorno en un momento concreto, usando la frecuencia de sonidos del canto del grillo de campo macho (Acheta assimilis). 

¿Cómo es ese cálculo posible? Descúbrelo reproduciendo el vídeo adjunto.