Tras poco más de un mes desde la llegada del equinoccio de otoño en el hemisferio norte, los países que siguen adheridos al tradicional cambio de hora se preparan para realizarlo.

En España, será este próximo domingo 29 de octubre la fecha señalada para adelantar los relojes (a las 3 de la mañana serán las 2; es decir, se dormirá una hora más) e introducirse de lleno en el conocido como horario de invierno (ST). Este se mantendrá hasta la llegada de la primavera, cuando se recobrará el horario de verano (DST), que adelantará de nuevo los relojes.

Sin embargo, este ha sido siempre un acto polémico que despierta diferentes opiniones dentro de la sociedad. Existen aquellos que defienden sus beneficios o la lógica de este cambio en función a las horas de luz aprovechables, así como aquellos que dudan de su utilidad y resuelven que lo más útil y saludable sería eliminarlo por completo. 

Este año, un manifiesto publicado por la Sociedad de Investigación del Sueño (Sleep Research Society, SRS), el cual defiende la permanencia en un solo horario todo el año, ya levantó la polémica antes del primer cambio. Y científicos españoles de la Universidad de Sevilla y de la Universidad de Santiago de Compostela no tardaron en cuestionar públicamente este manifiesto, poniendo sobre la mesa los motivos por los cuales mantener un cambio de hora es beneficioso.

Un manifiesto controvertido

El pasado 12 de marzo, fue el turno de que Estados Unidos entrase en el horario de verano, siendo el primer país en hacerlo este año. Motivado por esto, la Sociedad de Investigación del Sueño publicó un artículo en su revista oficial, Sleep, que, tras una exhaustiva búsqueda bibliográfica, concluyó que Estados Unidos debería abandonar el cambio de hora y permanecer definitivamente en el horario de verano. Para ello, se apoyaron en un amplio número de estudios basados en las consecuencias para la salud y para la economía.

Los físicos españoles José María Martín Olalla, de la Universidad de Sevilla, y Jorge Mira, de la Universidad de Santiago de Compostela, cuestionaron inmediatamente esta declaración, escribieron a la revista y defendieron su postura preferente a mantener el cambio. En su opinión, adelantar o atrasar el reloj en función del momento del año permite optimizar el uso de la luz solar y, de esta forma, aprovechar más la mañana y conseguir más horas de ocio diurno.

Defienden la realidad física: la Tierra cambia hasta 47º la inclinación a lo largo del año, y en ese tiempo, la duración del día y la noche cambia más de 6 horas y media. Bajo su criterio, es algo que no se puede ignorar y a lo que la sociedad debe adaptarse. Además, como contraargumento al manifiesto publicado por la asociación estadounidense, proponen que una adaptación progresiva al cambio evitaría cualquier consecuencia perjudicial sobre el sueño y la salud; es decir, sugieren ir alterando el despertador poco a poco los días previos al cambio de hora.

En palabras del propio Martín Olalla: “Conocemos los inconvenientes de practicar el cambio de hora, es decir, las molestias de cambiar el reloj dos veces al año, pero olvidamos sus ventajas y desconocemos los inconvenientes de no haberlo practicado”.

¿La opinión de los ciudadanos importa?

La valoración de la mayoría de la población en los países afectados por esta técnica es, sin embargo, muy distinta a la de estos expertos. En 2018, la Comisión Europea realizó una consulta pública sobre las preferencias de mantener o eliminar el cambio de hora. Los resultados fueron sorprendentes: el 80% de los 4,6 millones de participantes europeos encuestados estaba a favor de desprenderse del cambio de hora y establecerse en un solo horario.

Las cifras fueron similares en el último informe realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el cual revelaba que solo el 22% de los españoles lo mantendría.

Ante estos resultados, la Comisión propuso terminar con él definitivamente e instaurar unas políticas que regulasen la permanencia en un único horario para cada uno de los países europeos, intentando respetar al máximo las horas de luz específicas de cada región. Sin embargo, la llegada del COVID 19, junto a una falta de consenso entre Estados miembros y comités evaluativos, paralizaron por completo este procedimiento. Y, de hecho, es así como permanece hasta día de hoy.

El futuro del cambio de hora: de aquí a 2026

El pasado año, el Gobierno español publicó el Boletín Oficial del Estado, el BOE-A-2022-4026, en el cual aparecen recogidas las fechas de los próximos cambios de hora hasta 2026, este incluido. En el documento se añade, además de esos cambios en los equinoccios de primavera y otoño, un pequeño texto contextual de la situación actual. 

Así, se hace alusión a la propuesta de la Comisión Europea por eliminar el cambio de hora, pero se aclara que, como nunca se llegó a un acuerdo político, ni la medida fue adaptada en ningún momento, deben seguir las regulaciones durante, al menos, los próximos 5 años. En el caso de que las políticas europeas continúen y se llegue a un consenso, sería posible eliminar el salto de hora definitivamente. Ahora bien, esto no sería, en ningún caso, antes de 2026.

Sin embargo, el resto de países del mundo mantienen la polémica, llegando en muchos casos a salirse de ese cambio de hora y adoptando un horario permanente. Un ejemplo es México, que tras 26 años de implementación, abandonó finalmente el horario de verano en octubre de 2022 para instalarse, definitivamente, en el de invierno. Asimismo, Siria, Jordania e Irán son también algunas de las últimas incorporaciones a la abolición del cambio de hora.

Por otro lado, el caso de Rusia es de los más llamativos, pues ya en 2011 eliminó el cambio de hora y estableció 11 husos horarios permanentes a lo largo de todo el país, asegurando el aprovechamiento de luz máximo en cada zona.

Los beneficios marginales

El el año 2018, aprovechando el “boom” de los datos obtenidos por la encuesta de la Comisión Europea, la Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo publicó que, aunque el cambio de hora pueda ser beneficioso para el aprovechamiento de la luz y la adaptación al trabajo y ocio diurnos, estos beneficios son marginales, y no serán necesariamente aplicables en todos los países. 

Por ejemplo, aunque muchas veces se utiliza a favor el argumento del ahorro económico en materia de luz durante el horario de verano, este podría verse equilibrado con un gasto adicional en calefacción durante el invierno. Por tanto, al menos en España, no existen informes que aseguren ese ahorro energético.

A su vez, existen estudios que afirman que el mantenimiento de un horario permanente ayuda a la regulación de los ritmos circadianos del organismo, los cuales, durante el cambio de hora se ven alterados. Es esta la razón de que muchas personas se encuentren los primeros días tras el salto horario más desconcentrados o con falta de apetito e irritabilidad.

En definitiva, los beneficios y perjuicios se encuentran sobre la mesa, y será función de cada individuo llevar a cabo una valoración de ellos y decidir qué bando adopta en esta tradicional polémica.

 

Más Sobre...
Científicos