Aurora es el personaje de la mitología romana equivalente a la figura griega de Eos, que personifica el amanecer. La diosa titánide Eos salía de su hogar al borde del océano para anunciar la llegada de su hermano, el titán que representa al Sol, Helios. Y es que resulta asombroso como en ocasiones los mitos romanos y griegos -el de Aurora uno de ellos- ilustraban a la perfección lo que ahora la ciencia nos revela con exactitud.
La corona solar, una parte importante de la atmósfera del Sol, no es estática. Está compuesta por un gas completamente ionizado en forma de plasma, un estado de la materia fluido similar al gas pero cargado eléctricamente. Debido a su alta energía y temperatura, este plasma cargado de protones, electrones y trazas de núcleos de helio y otros elementos, escapa de la gravedad del Sol en un flujo que se conoce como viento solar.
La Tierra, por su parte, está rodeada por una capa invisible llamada magnetosfera: un campo magnético generado por la constante rotación de su núcleo de hierro fundido.
Es con la interacción entre estos dos fenómenos, al impactar el viento solar con la magnetosfera terrestre, que se produce un tercero que conocemos como auroras polares, llamadas auroras boreales si de producen en el hemisferio Norte y auroras australes para sus equivalentes en el hemisferio Sur.
Efectivamente, la auroras son un todo un deleite visual. Muchos han tenido la posibilidad de contemplar su magia desde los polos o los puntos más septentrionales y meridionales de los trópicos de Cáncer y Capricornio respectivamente. Sin embargo nada es equiparable a contemplar esta sobrecogedora visión desde el Espacio. Y la prueba se encuentra en este video timelapse difundido por la NASA desde la Estación Espacial Internacional, el mejor balcón de la Tierra para contemplar las auroras.