Varias lunas orbitaron alrededor de la Tierra en el Sistema Solar primitivo. La Luna que hoy vemos en el firmamento, el único satélite natural de la Tierra, en realidad es la última de una serie de lunas que orbitaron nuestro planeta. Una tesis sorprendente que fue presentada ayer en Nature Geoscience por un equipo científico israelí del Instituto Weizmann de Ciencias y del Technion-Instituto Tecnológico de Israel, que ha proporcionado tres ganadores del Premio Nobel.

La teoría del gran impacto es la más aceptada para explicar la formación de la Luna: se originó tras una colisión gigante única entre la joven Tierra y un protoplaneta del tamaño de Marte. El impacto expulsó material que permaneció en órbita alrededor de la Tierra, hasta que se fusionó para formar la Luna. La nueva propuesta de los científicos israelíes defiende un impacto múltiple para explicar la formación de la Luna y contradice la teoría del gran impacto.

"Nuestro modelo sugiere que la antigua Tierra una vez alojó una serie de lunas, cada una formada de una diferente colisión con la proto-Tierra", dice Hagai Perets, coautor del estudio. "Lo más probable es que estas microlunas fueran expulsadas posteriormente o colisionaron con la Tierra o entre ellas para formar lunas más grandes", afirma el científico. Los investigadores han llevado a cabo 800 simulaciones para recrear las condiciones que originaron estas microlunas.

La idea de base es la siguiente: los impactos gigantescos fueron frecuentes en el Sistema Solar primitivo y la misma Tierra, en su última etapa de crecimiento, experimentó estos impactos violentos de otros cuerpos, que añadieron material al planeta hasta que alcanzó su tamaño actual. Cada colisión formó un disco de desechos alrededor de la Tierra originaria y por el fenómeno de acrecimiento se formaron las respectivas microlunas.

Las fuerzas de marea procedentes de la Tierra pudieron causar el lento desplazamiento de cada luna hacia el exterior, algo que sigue haciendo a un ritmo de un centímetro por año. De este modo, una luna preexistente debió de desplazarse lentamente hacia fuera mientras se formaban otras lunas. Debido a la mutua atracción gravitatoria se produjo un efecto recíproco y acabaron cambiando sus órbitas. Este cruce de órbitas entre las pequeñas lunas causó la colisión y fusión de las mismas y gradualmente se construyó la Luna actual.