La sonda espacial Rosetta, lanzada en marzo de 2004 con el módulo de aterrizaje Philae, forma parte de la historia de la exploración espacial: a finales de septiembre de 2016 se estrelló de forma controlada en la superficie del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko, finalizando así la misión más ambiciosa de la Agencia Espacial Europea (ESA). Esta imagen, divulgada ayer por la ESA, fue tomada el 21 de enero de 2016, hace dos años, cuando Rosetta navegaba a 79 kilómetros de distancia del cometa que, en agosto de 2015, había alcanzado su punto más cercano al Sol, el perihelio. Cinco meses después, tal y como se aprecia en la imagen, la superficie del cometa seguía evaporándose por el calor del Sol, expulsando innumerables granos de polvo al espacio.

El ambiente que rodeaba al cometa era extremadamente caótico a finales de enero de 2016

El ambiente que rodeaba al cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko era extremadamente caótico a finales de enero de 2016. Las rayas que se aprecian en la imagen son granos de polvo que pasaban frente a la cámara de Rosetta, capturados durante una exposición de 146 segundos. Una cantidad excesiva de polvo podía presentar riesgos para la navegación: los sensores estelares, que miden las posiciones de las estrellas, fallaron en determinadas ocasiones y la sonda espacial entraba en modo seguro de forma temporal. Sin embargo, y a pesar de los peligros que entrañaba, el polvo fue sumamente importante a nivel científico. Tres instrumentos de Rosetta estudiaron miles de granos: analizaron su composición, masa, cantidad de movimiento y velocidad, creando estructuras en 3D. Uno de los objetivos principales de la misión Rosetta ha sido demostrar que los cometas contienen material primitivo del Sistema Solar y que pudieron haber transportado estos ingredientes vitales a la Tierra.