La abeja más grande del mundo desapareció en 1981 sin dejar rastro, cuando el entomólogo Adam Messer la avistó por última vez en un bosque lluvioso de Indonesia. Fue el último en ver un ejemplar con vida en su medio natural. Sin embargo, el pasado mes de enero un equipo internacional de científicos logró dar con un espécimen e incluso tomaron algunas fotografías.
El descubrimiento fue anunciado por Simon Robson, de la Escuela de Ciencias de la Vida y el Medio Ambiente de la Universidad de Sydney, Glen Chilton, de la Universidad de Saint Mary, en Canadá, Eli Wyman, de la Universidad de Princeton y Clay Bolt, un fotógrafo conservacionista que consiguió las primeras imágenes que dan testimonio de la existencia de Megachile pluto, bautizada como abeja gigante de Wallace en honor a su descubridor, Alfred Russell Wallace, el biólogo británico que desarrolló la teoría de la evolución por selección natural al mismo tiempo que Charles Darwin.
El equipo de entomólogos y fotógrafos recorrían las Molucas Septentrionales, en Indonesia como parte de un proyecto destinado a descubrir especies que se daban por desaparecidas. El equipo estaba encabezado por Clay Bolt y Eli Wyman, entomólogo del Museo Americano de Historia Natural. Bolt consiguió convencer a Global Wildlife Conservation, una institución que busca financiar expediciones para encontrar especies, para que la abeja gigante se incluyera entra las 25 especies más buscadas, y emprendieron el viaje a Indonesia en busca de tan preciada especie.
Tras cinco días de búsqueda, localizaron una hembra en el interior de un nido de termitas en el dosel del bosque, donde estas abejas suelen construir sus nidos, que defienden con la savia de los árboles que recolectan con sus fuertes mandíbulas.
Desde que Wallace descubriera por primera vez Megachile pluto en 1858, la especie había causado una gran expectación entre la comunidad científica, que, sin embargo, fue incapaz de documentarla debido a la ausencia de especímenes capturados.
“Wallace le prestó poca atención pues era una más de las 1.000 nuevas especies de abejas que había descubierto”–afirma Clay Bolt,–. Sin embargo, dejó constancia de que era tan grande como un pulgar humano, y poseía unas enormes mandíbulas, similares a las de un escarabajo ciervo volante’. Nuestra intención era seguir los pasos que había dado Wallace hace 150 años, en un territorio que había permanecido prácticamente inalterado desde entonces”.
La especie es hasta cuatro veces más grande que la abeja europea, y su envergadura alar puede llegar a los 6 centímetros de longitud
La especie, de la que se se sabe que habita en las selvas tropicales de Indonesia, es cuatro veces más grande que una abeja europea típica, cuenta con grandes mandíbulas y una envergadura alar de hasta 6 centímetros de longitud. Su principal amenaza es la pérdida de hábitat debido a la tala de los bosques para dar lugar a terreno destinados a la agricultura.
Ahora que han dado con ella, los científicos implicados en su descubrimiento, que actúan en colaboración con la entidad ecologista Global Wildlife Conservation, esperan que la publicidad obtenida por el descubrimiento sirva para ayudar a concienciar a la población sobre la importancia de su conservación y para desarrollar un plan de recuperación de la especie.