Hace unos cien millones de años, durante el Cretácico, un árbol segregó resina porque estaba herido. Su sangre pegajosa se escurrió y unos pájaros pequeños, no se sabe si vivos o muertos, quedaron atrapados en la resina y sus cadáveres se fosilizaron. Ese instante único, que se remonta a un tiempo inmemorial, quedó petrificado en ámbar. Hoy se conservan dos piezas, de 1,6 y 8,5 gramos, recogidas en 2015 en el sitio de Angbamo, al noreste de Birmania. Las piedras de ámbar, que han preservado milagrosamente dos fragmentos de las alas, fueron pulidas por mineros locales y una de ellas iba a ser transformada en un valioso colgante al que ya le habían puesto nombre: Alas de Ángel. Un estudio publicado el pasado martes en Nature Communications ha revelado su contenido. El proyecto ha sido financiado por National Geographic.

Las piedras de ámbar fueron pulidas por mineros locales e iban a ser transformadas en joyas

"Informamos sobre la osteología, el plumaje y la pterilosis [la distribución del plumaje en el cuerpo de las aves] de dos alas de terópodos excepcionalmente conservadas en ámbar birmano, con restos de tejidos blandos", señala el estudio, codirigido por Lida Xing y Ryan McKellar. En los últimos tiempos se han encontrado fósiles de aves prehistóricas e inclusiones de plumas en ámbar, pero nada que se parezca a esto: en las alas se aprecian las articulaciones, los músculos, las garras, la piel y las plumas primarias, secundarias y las de cobertura. Probablemente pertenecían a dos pájaros de la misma especie y, según los análisis microscópicos, eran de color marrón oscuro con las plumas de cobertura de un marrón más pálido con tonos plateados o blancos. Y un detalle: la microestructura y distribución de las plumas es muy similar a la de los pájaros actuales.