Los agujeros negros presumiblemente se esconden en el centro de todas las galaxias masivas del universo y están estrechamente unidos a las propiedades de las galaxias que los alojan: comprender estos gigantes monstruosos significa, por tanto, comprender cómo evolucionan las galaxias. A pesar de los innumerables agujeros negros que probablemente existen en el cosmos, muchos están dormidos como volcanes; si no cae materia en el interior de un agujero negro no emite radiación detectable, pero "cada pocos cientos de miles de años o así hay una estrella que pasa lo suficientemente cerca de un agujero negro como para que este la devore", explica hoy la Agencia Espacial Europea (ESA) en un comunicado. Y este apoteósico evento astronómico ha podido ser observado desde el XMM-Newton, el observatorio espacial de rayos X lanzado por la ESA en diciembre de 1999. Los astrónomos han podido estudiar el momento insólito en que un agujero negro devoraba una estrella, descubriendo una señal excepcionalmente brillante y estable que les ha permitido determinar la velocidad de rotación del agujero negro.

La gravedad de los agujeros negros es extrema y puede destruir a aquellas estrellas que se acerquen demasiado. Los restos de esas estrellas descienden en espiral hacia el agujero que las desintegró, se calientan y emiten rayos X de gran intensidad. "Es muy difícil determinar la velocidad de rotación de un agujero negro, ya que sus efectos sólo se aprecian muy cerca del propio agujero, donde la gravedad es muy fuerte y difícil de ver con claridad", dice Dheeraj Pasham, del Instituto Kavli de Astrofísica e Investigación Espacial del MIT (Estados Unidos) y autor principal del nuevo estudio. "Sin embargo, los modelos demuestran que la masa de una estrella destruida se asienta sobre una especie de disco interior que expulsa rayos X", añade.

La gravedad de los agujeros negros es extrema: devora a las estrellas que se acercan demasiado

Dheeraj y sus colaboradores estudiaron un evento denominado ASASSN-14li, considerado la piedra de Rosetta de estos eventos por todas sus características. La masa del agujero negro asociado a este evento es, al menos, un millón de veces superior a la de nuestro Sol. Los astrónomos detectaron una señal de rayos X sorprendentemente intensa que oscilaba con un periodo de 131 segundos a lo largo de 450 días y, posteriormente, descubrieron que el agujero negro debía de girar a gran velocidad: más del 50% de la velocidad de la luz. "Se trata de un hallazgo excepcional: nunca se había visto una señal estable durante tanto tiempo cerca de un agujero negro", expresa Alessia Franchini, de la Universidad de Milán y coautora del estudio. El estudio demuestra una nueva forma de medir la rotación de los agujeros negros masivos: observando su actividad cuando perturban con su gravedad a las estrellas que pasan cerca.