Contrastando los datos de las observaciones vía satélite realizadas por el satélite Aura de la NASA y las mediciones de los niveles de cloro en la atmósfera, los investigadores han demostrado que la disminución de este elemento, presente en los llamados clorofluorocarbonatos (CFC), prohibidos en la Unión Europea desde 1996, ha provocado una reducción de un 20% en el deterioro de la capa de ozono durante el invierno antártico.
"Podemos ver muy claramente que el cloro de los CFC está reduciendo el agujero de la capa de ozono, y que la pérdida de ozono en la atmósfera se está ralentizando", afirma Susan Strahan, autora principal del proyecto y científica atmosférica del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland.
Los CFC son compuestos químicos de larga duración que ascienden hasta la la estratosfera, donde son descompuestos por la radiación ultravioleta del Sol, liberando átomos de cloro que destruyen las moléculas de ozono. El ozono estratosférico protege la vida en el planeta mediante la absorción de la radiación ultravioleta potencialmente dañina que puede causar cáncer de piel y cataratas, afectar a nuestro sistema inmunológico o dañar la vida de las plantas.
Dos años después del descubrimiento del agujero de la capa de ozono en la Antártida en 1985, las naciones del mundo firmaron el Protocolo de Montreal, el cual regulaba compuestos que agotan dicha zona de la atmósfera donde predomina el ozono.
El año pasado la NASA informó que el tamaño del agujero en septiembre había sido el más reducido desde 1988, con una extensión máxima de 19,6 millones de kilómetros cuadrados.
Los estudios anteriores han utilizado análisis estadísticos sobre los cambios en el tamaño del agujero de ozono para argumentar que el agotamiento del ozono está disminuyendo. Este estudio es el primero en usar medidas de la composición química dentro del agujero de ozono para confirmar que esa disminución está causada directamente por la reducción de los CFC.
La formación del agujero de la capa de ozono
El agujero de la capa de ozono de la Antártida se forma durante septiembre en el invierno del hemisferio Sur. Para determinar cómo el ozono y otras sustancias químicas han cambiado año tras año, los científicos utilizaron datos del Sounder Microwave Limb (MLS), un instrumento instalado a bordo del satélite Aura, que ha estado realizando mediciones continuamente en todo el mundo desde mediados de 2004. Mientras que muchos instrumentos satelitales requieren luz solar para medir los gases atmosféricos, MLS mide las emisiones de microondas y, como resultado, puede medir los gases de la Antártida durante la época clave del año: el oscuro invierno austral, cuando el clima estratosférico es tranquilo y las temperaturas son bajas y estables.
El cambio en los niveles de ozono sobre la Antártida desde el comienzo hasta el final del invierno austral, en concreto, desde principios de julio hasta mediados de septiembre, se calculó a diario a partir de mediciones de la MLS cada año entre 2005 y 2016. "Durante este período, las temperaturas antárticas son siempre muy bajas, con lo que la tasa de destrucción de ozono depende principalmente de la cantidad de cloro que hay ", dijo Strahan. "Ese es el período que nos interesaba para realizar el análisis".
En ese momento descubrieron que la pérdida de ozono se estaba ralentizando, aunque necesitaban saber si el responsable era el CFC. Cuando el cloro ha destruido casi todo el ozono disponible, reacciona con metano para formar ácido clorhídrico, un gas detectable por la MLS. "Hacia mediados de octubre, todos los compuestos de cloro se convierten convenientemente en un solo gas, por lo que al medir el ácido clorhídrico tenemos una buena medición del cloro total", explica Strahan.
Según las predicciones, se esperaba una disminución del 20% en el agotamiento de la capa de ozono durante los meses de invierno de 2005 a 2016. "La mediciones que hemos realizado están muy cerca de ese umbral", apunta Strahan.
Los científicos auguran que el agujero de ozono antártico debería continuar recuperándose gradualmente a medida que los CFC desaparezcan de la atmósfera, pero la recuperación completa llevará décadas. "Los CFC tienen una vida útil de 50 a 100 años, por lo que permanecen en la atmósfera durante mucho tiempo", explica la científica atmosférica coautora del estudio Anne Douglass. "En lo que respecta al agujero de ozono, podría desvanecerse entre 2060 o 2080. Y aun así, puede que nunca desaparezca del todo".