
En muchos aspectos, los cítricos son únicos. Las distintas especies que hoy se cultivan provienen de tres antepasados primarios: la cidra, el pomelo chino y la mandarina, todos ellos oriundos del sur y el este de Asia. Estas tres frutas –y algún que otro pariente menos conocido– presentan la rara combinación genética de ser sexualmente compatibles y tener una elavada tendencia a la mutación. Estos rasgos permiten que sus genes se mezclen, tanto de forma natural como por la manipulación humana. El resultado de las frecuentes hibridaciones naturales y de la selección artificial en explotaciones y centros de investigación son las naranjas, limones, limas y pomelos que nos llevamos a la boca.
Ningún otro género de frutas goza de tan intrincado pedigrí, cuyo origen están desvelando las últimas investigaciones. El pomelo, por ejemplo, es un descubrimiento humano de hace menos de tres siglos, pero los cítricos en sí son muy antiguos. Las hojas fosilizadas descubiertas en la provincia china de Yunnan en 2013 sugieren que en la Tierra ha habido cítricos desde finales del Mioceno, hace siete millones de años. Sin embargo, los humanos han ejercido una criba importante: de las miles de variedades silvestres que existen, solo unas decenas se han convertido en gigantes comerciales como la naranja Navel, el limón eureka o la lima mexicana.
"Los cítricos tienen algo fascinante, alternativo, incluso sexy", dice el pomólogo David Karp, en cuya investigación se basa la ilustración adjunta. Una bacteriosis llamada huanglongbing (conocida también por el acrónimo HLB) amenaza la producción comercial de diversas especies del género Citrus en todos los continentes. Pero en el futuro se atisban más variedades de cítricos. Hoy asistimos a una carrera de investigadores internacionales para desarrollar, por ejemplo, mandarinas más dulces, sin semillas y fáciles de pelar. "En breve veremos muchas novedades", dice el citrocultor y genetista Fred Gmitter. Y un árbol genealógico en constante expansión.