En julio de 2018, investigadores italianos de la misión Mars Express de la Agencia Espacial Europea (ESA) anunciaron la detección de un lago subterráneo en Marte. Debido al clima del planeta rojo, es imposible que haya agua líquida en su superficie, por lo que la única posibilidad es hallarla encerrada en el subsuelo. Con unos 20 kilómetros de diámetro y a 1,5 kilómetros de profundidad bajo los hielos del polo Sur marciano, la presencia de ese lago se ha podido interpretar gracias al veterano radar MARSIS, operativo desde 2005, que ha sido reajustado para incrementar su sensibilidad.
Hasta ahora, según afirma en la web de la ESA Andrea Cicchetti, director de operaciones de MARSIS, las tasas de muestreo del radar y la resolución de los datos eran demasiado bajas. Tuvieron que idear un nuevo software para generar un muestreo mayor y mejorar la resolución de los datos recabados. «Ahora vemos cosas que antes simplemente no era posible», apunta Cicchetti. Aunque sigue sin ser fácil. Para el tema que nos ocupa, MARSIS ha llevado a cabo tres años y medio de observaciones.
La masa de agua detectada es rica en sales, un elemento clave para mantenerla en estado líquido (la sal en el agua hace disminuir el punto de congelación) en un lugar donde las temperaturas rozan los 70 °C bajo cero.
Este hallazgo abre la puerta a descubrir otras masas de agua en otros lugares del planeta, lo que a su vez lleva a rescatar de nuevo la pregunta del millón: ¿hay vida en Marte? Si la hay, podría encontrarse en forma microbiana nadando en esas gélidas aguas marcianas. Todo apunta a que, más pronto que tarde, el enigma quedará resuelto. Desde hace muchos años el planeta rojo está siendo escudriñado a fondo. Las primeras sondas que se acercaron a él lo hicieron en la década de 1960. Desde entonces, artilugios de todo tipo (destacan los vehículos de exploración robóticos Spirit, Opportunity y Curiosity, estos dos últimos aún en activo) están desvelándonos sus misterios. El último acaba de aterrizar en su superficie: se trata de la sonda InSight de la NASA, cuya misión es estudiar la geología de Marte. Aunque por ahora desconocemos si hay vida biológica en este planeta, de una cosa sí estamos seguros: la vida robótica es bastante abundante.