Con un descapotable rojo Tesla Roadster en su interior, y un muñeco al volante del mismo bautizado como Starman en honor a David Bowie, el Falcon Heavy de la compañía Space X de Elon Musk, se encaminaba ayer con éxito hacia el planeta rojo tras despegar a las 21:45 -hora española- desde Cabo Cañaveral, y tras haber sido retrasado su despegue debido las condiciones meteorológicas -previsto a las 19:00- hasta en cuatro ocasiones.

El cohete es en realidad un conjunto de 3 cohetes Falcon 9 diseñados por la compañía y puestos a trabajar en conjunto con motivo de triplicar su potencia. Dos de ellos, los cuales regresaron a la Tierra despues del despegue, de hecho, son cohetes ya utilizados en otras misiones, con lo que Space X ha demostrado una vez más -clave en su modelo de negocio- que es posible rentabilizar la tecnología espacial mediante su reutilización.

El cohete central, otro Falcon 9, un cohete de nueva construcción y reforzado para soportar las nuevas condiciones a las que se vería expuesto en esta ocasión, volvería a nuestro planeta horas más tarde, sin embargo, estrellándose a 500 kilómetros por hora en el mar a unos 100 metros de la plataforma donde estaba previsto que aterrizara.

De este modo, con un total de 27 motores, 9 por cada uno de los cohetes, y un empuje que otorga al vehículo espacial la posibilidad de abandonar la órbita terrestre con 69,3 toneladas de carga, el Falcon Heavy se ha convertido en el cohete más potente puesto en órbita desde que la NASA lanzara el Saturno V usado en los programas Skylab o Apolo, y el cual puso al hombre en la Luna.