Imagine un mundo donde la probabilidad de conseguir un trabajo, una vivienda o un préstamo dependa de un análisis de sangre. Un mundo en el que usted podría quedar confinado en su hogar y excluido de la sociedad por carecer de ciertos anticuerpos.
De hecho algo parecido ya ha sucedido antes. Durante la mayor parte del siglo XIX, la inmunidad a la Fiebre Amarilla dividió a las personas en Nueva Orleans, Louisiana, entre los "aclimatados" que habían sobrevivido esta y los "no aclimatados", que no habían pasado la enfermedad. La falta de inmunidad dictaba con quién podían casarse las personas, dónde podían trabajar y, para aquellos forzados a la esclavitud, cuánto valían. Esta presunta inmunidad concentró el poder político y económico en manos de la élite con más recursos y fue enarbolada para justificar la supremacía blanca.
A algo similar podría parecerse un futuro distópico en el que los gobiernos introduzcan los llamados "pasaportes inmunitarios" en un esfuerzo por revertir la catástrofe económica de la pandemia del coronavirus. La idea es que dichos certificados se emitan a aquellos que se han recuperado y han dado positivo por anticuerpos contra el SARS-CoV-2. Las autoridades levantarían las restricciones sobre aquellos que se supone, tienen inmunidad, permitiéndoles regresar al trabajo, socializar y viajar. Sin embargo, esta idea presenta tantos flecos sueltos que es difícil saber por dónde empezar.
Ya el pasado 24 de abril, la Organización Mundial de la Salud advertía en un comunicado oficial que la emisión de pasaportes de inmunidad no supone una garantía. "Actualmente no hay evidencia de que las personas que se han recuperado de la COVID-19 y tengan anticuerpos estén protegidas de una segunda infección" rezaba el documento. No obstante, la idea ha echado a correr en varios países como Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido y ahora también en España.
Cualquier documentación que limite las libertades individuales en base a la biología puede convertirse en un mecanismo de restricción de los Derechos Humanos.
De hecho, China ya ha introducido controles de salud virtuales, rastreo de contactos y códigos QR digitales para limitar el movimiento de personas. Chile, por su parte, en un juego semántico, dice que tiene la intención de emitir unos llamados "certificados de autorización médica" con una validez de tres meses para las personas que se han recuperado de la enfermedad.
Según se defiende desde la redacción de la prestigiosa revista Nature, cualquier documentación que limite las libertades individuales en base a la biología corre el riesgo de convertirse en un mecanismo para restringir los Derechos Humanos, aumentar la discriminación y amenazar, en lugar de proteger, la salud pública. Aquí presentamos nueve razones por las cuales sería una mala idea que los pasaportes inmunitaros llegaran a convertirse en una realidad.