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10 dinosaurios de aspecto extraño (y por qué eran así)
Los dinosaurios, igual que los animales actuales, a veces presentan formas extrañas y desconcertantes. Pero a diferencia de estos, cuyo comportamiento revela la razón de su morfología, con los fósiles a veces solo podemos intuir y teorizar la función de algunos apéndices extraños. He aquí una selección de algunos de los dinosaurios con aspecto más desconcertante que se conocen.
Actualizado a
Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y viajes
Foto: MR1805
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Parasaurolophus
Seguramente se trata de uno de los miembros más reconocibles de la lista, Parasaurolophus es un género de dinosaurios que engloba tres especies conocidas. Destacan por su llamativa cresta en la parte posterior del cráneo, que es en realidad una prolongación del hueso nasal. Ha pasado casi un siglo desde que se encontró el primer fósil de Parasaurolophus y los paleontólogos aún no se han puesto de acuerdo sobre la función de la cresta; se han propuesto muchas hipótesis que incluyen un apéndice para respirar bajo el agua -como si fuera un tubo de buceo-, un método de atracción sexual -como las melenas de los leones-, un sistema de termorregulación y, como teoría más aceptada, una caja de resonancia para emitir sonidos y comunicarse.
Foto: iStock/A V S Turner
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Amargasaurus
Este dinosaurio de cuello largo destaca por tener unas largas protuberancias en las vértebras cervicales, que externamente podrían haber tenido forma de pinchos o de vela. Su aspecto y función son todavía objeto de debate, aunque la mayoría de paleontólogos considera la hipótesis de los pinchos más probable que la de la vela. En tal caso, su función más evidente sería la de espantar a los depredadores o incluso atacarlos, de forma similar al órix o el antílope sable gigante. Otras hipótesis con menos aceptación apuntan a combates entre machos por el derecho de apareamiento o a un reclamo sexual para las hembras.
Foto: ABelov2014 (CC)
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Therizinosaurus
Su nombre significa “lagartos guadaña” y resulta evidente el por qué: sus garras medían alrededor de medio metro y son las más largas de cualquier dinosaurio conocido. Inicialmente se pensó que las usaban como arma frente a los depredadores, especialmente porque la constitución de sus brazos les habría permitido dar zarpazos muy potentes. Sin embargo, posteriormente se constató que las garras eran demasiado frágiles para constituir un arma efectiva y solo habrían tenido un efecto disuasorio. Otras teorías sostienen que las usaban para arrancar el follaje del que se alimentaban, para excavar madrigueras, como agarre al escalar a los árboles o para hurgar en cavidades en busca de comida como hacen los osos.
Foto: Jordan Mallon
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Stygimoloch
El Stygimoloch es uno de los miembros más imponentes de la familia de los paquicefalosáuridos, dinosaurios que poseían un domo craneal con tendones osificados, lo que le confería una gran resistencia y lo convertía en un poderoso casco. El Stygmoloch, además, poseía un gran número de protuberancias óseas sobre la nariz, en las mandíbulas y en la parte posterior del domo craneal que le daban un aspecto monstruoso: su nombre significa, de hecho, “el diablo espinoso de Estigia”, el río que en la mitología griega daba acceso al reino de los muertos. Aunque se ha aceptado de forma general que los paquicefalosáuridos machos realizaban combates por los derechos de apareamiento, la función exacta de las protuberancias de esta especie sigue siendo un misterio: los cráneos muestran la ausencia de fracturas compatibles con lesiones de este tipo, por lo que los paleontólogos creen mayoritariamente que las usaban para golpear a otros individuos en los flancos a modo de advertencia o provocación.
Foto: Tomopteryx
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Halszkaraptor
Este curioso dinosaurio parecido a un pato pertenece a la familia de los dromeosáuridos, unos primos lejanos de las primeras aves. De hecho, su peculiaridad radica en que exhibe muchas características propias de los pájaros pescadores, casi 10 millones de años antes que aparecieran las primeras aves modernas: caminaba en posición erguida, su cuello tenía forma de S invertida, sus extremidades y cola estaban adaptadas a la vida semiacuática y probablemente tenía plumaje o algún otro tipo de estructura aislante. Esta morfología resulta interesante como ejemplo de que otros grupos de dinosaurios habían desarrollado características aviares.
Si quieres saber más acerca de cómo los dinosaurios emplumados se convirtieron en aves, puedes profundizar en este artículo.
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Concavenator
Su nombre completo es Concavenator corcovatus, que significa “el cazador jorobado de Cuenca”, y es un ejemplo de diversos tipos de dinosaurios que presentan una o varias jorobas, resultado de unas vértebras excepcionalmente altas alrededor de la zona pélvica. La función de dichas jorobas sigue siendo un misterio a día de hoy: la teoría más obvia, es decir que servían como reservas de agua o lípidos, resulta inconsistente con el clima del Cretácico, un periodo generalmente húmedo y con abundancia de presas -puesto que se trataba de un dinosaurio carnívoro. El enigma no termina ahí, ya que este dinosaurio poseía también una especie de espinas en los antebrazos: su función desconcierta a los expertos, puesto que no tienen ninguna utilidad aparente, y por ahora la única teoría es que sirvieran como base a algún tipo de plumas u otras estructuras queratinosas. Puedes conocer más sobre él en este artículo.
Foto: Nobu Tamura
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Leptoceratops
El Leptoceratops parece el resultado de un proyecto de armadura que ha cambiado de diseño en el último momento y ha terminado como un curioso pastiche: su cráneo tiene la estructura propia de los ceratópsidos o dinosaurios con cuernos, pero carece de ellos. En lugar de esto, la cola presenta unas espinas altas y afiladas. La explicación probable a esta curiosa combinación es que solo una rama evolutiva llegó a desarrollar los cuernos y dio lugar a los ceratópsidos, que a causa de sus nuevas armas perdieron la necesidad de protegerse con la cola; en cambio, las que no tuvieron tanta fortuna en la carrera armamentística tuvieron que conservar sus defensas primitivas.
Foto: iStock/MR1805
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Mamenchisaurus
Más que cualquier otro dinosaurio, el Mamenchisaurus lleva el concepto “cuello largo” a un nivel exagerado: su cuello medía entre diez y quince metros y suponía casi la mitad de la longitud total de su cuerpo. Más que preguntarnos por qué, puesto que su ventaja para alimentarse es evidente, la cuestión es cómo logró desarrollarlo tanto. El secreto parece estar en sus vértebras, que eran huecas y sorprendentemente ligeras para su tamaño, lo que le permitía mover el cuello sin dificultad; además, poseía unas costillas cervicales que actuaban como un mecanismo de soporte del peso.
Foto: Nobu Tamura
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Nigersaurus
A primera vista, el esqueleto de este dinosaurio no parece tener nada de excepcional; hace falta prestar atención a una zona muy concreta para darse cuenta de una peculiaridad: su ancha mandíbula poseía más de quinientos dientes, que crecían en diversas hileras. La razón probable es que su dieta consistiera en plantas duras que ejercían un fuerte efecto abrasivo en los dientes, de modo que tenía que sustituirlos constantemente y tener un reemplazo siempre a punto para cada rincón de esa enorme boca.
Foto: Mark Witton
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Deinocheirus
El dinosaurio que cierra esta lista tiene el dudoso honor de haber sido considerado “uno de los dinosaurios más raros que han existido nunca”. Su nombre completo, Deinocheirus mirificus, significa “manos horribles y extrañas”, un nombre muy revelador: porque lo más notable de este animal son sus enormes brazos en proporción con su cuerpo -rematados por unas garras igualmente desproporcionadas-, además de un cráneo alargado en forma de pico y una enorme joroba. Stephen Brusatte, un paleontólogo que se dedicó a la investigación del Deinocheirus, sostiene que sus manos y garras funcionaban como un recolector indiscriminado de comida y las usaba también para excavar y romper ramas: “Esta criatura de aspecto alienígena era un omnívoro monstruoso, una especie de dinosaurio basurero que se alimentaba de peces, pequeños vertebrados, plantas y prácticamente cualquier cosa a la que pudiera echar mano”. No es una descripción muy halagüeña, pero al fin y al cabo a este dinosaurio le importaría más comer que posar para una revista de moda.