Los hipopótamos adoran el agua, razón por la cual los griegos los llamaron "el caballo del río". Pasan hasta 16 horas al día sumergidos en ríos y lagos para mantener la temperatura de sus enormes cuerpos bajo el cálido sol africano. Los hipopótamos son agraciados en el agua, buenos nadadores y pueden aguantar su respiración bajo esta hasta cinco minutos. Sin embargo, a menudo bastante grandes en multitud de ocasiones tan solo les es necesario caminar sobre los lechos de los ríos o lagos que habitan. Sus ojos y las fosas nasales se encuentran en lo alto de sus cabezas, adaptación que les permite ver y respirar, mientras se encuentran sumergidos. También, de sentirse amenazados, los hipopótamos pueden igualar en tierra la velocidad de un ser en distancias cortas.
Los hipopótamos también segregan una sustancia roja aceitosa, que dio lugar al mito de que sudan sangre. El líquido es en realidad un humectante de la piel y protector solar que también puede proporcionar protección contra los gérmenes.
Al atardecer, los hipopótamos abandonan el agua y se adentran en la tierra para pastar. Pueden viajar hasta 10 kilómetros en una noche para consumir 35 kilos de hierba. Teniendo en cuenta su enorme tamaño, la ingesta de un hipopótamo es relativamente baja.
Los hipopótamos pesan unos 45 kilos al nacer. Cada hembra tiene solamente cría cada dos años. Poco después del nacimiento, la madre y el joven se unen a las escuelas que proporcionan cierta protección contra los cocodrilos, los leones y las hienas.
Antaño los hipopótamos tuvieron una distribución más amplia, pero ahora habitan tan solo en el este del centro y sur del África subsahariana, donde sus poblaciones se encuentra en declive.