Benjamin Franklin solía explicar que la vida está hecha de momentos. Por eso, cuando uno ama la vida, decía, no puede malgastar el tiempo. Tal vez por ello, el reloj nos ha acompañado desde muy temprano en la Historia de la Humanidad. Ya Vitruvio describió el reloj del agua y en la Edad Media se inventó el reloj mecánico. Poco a poco, la técnica se fue perfeccionando con verdadera pasión y se lograron auténticas obras de arte que han llegado hasta nuestros días. Hoy nos sigue obsesionando medir el paso del tiempo, solo que los relojes han pasado al ámbito privado, basta un teléfono móvil en nuestro bolsillo, y tendremos el reloj más moderno del mundo.
El viaje tiene mucho de amor a la vida. Por eso, cuando se viaja, sentimos que el tiempo corre de otra forma, los días se alargan, parece que vivimos con más intensidad, que, como decía Franklin, no malgastamos el tiempo. Es como si viviéramos más de una vida a la vez. Cuando estamos de viaje apenas miramos el reloj, dejamos las rutinas atrás, sentimos que los horarios ya no son tan necesarios. Hasta que se nos acaba el tiempo, y toca volver a casa.
Pero imagina que tuviéramos todo el tiempo del mundo, ¿a dónde viajarías? Te proponemos un viaje alrededor del mundo en el que cada vez que mires el reloj marque siempre la misma hora mágica: la hora del viaje.