Melilla es un auténtico museo al aire libre. Un conjunto de joyas arquitectónicas de diferentes estilos y épocas que han logrado cautivar al viajero desde tiempos remotos. Su casco antiguo, donde se han conservado los restos de antiguas civilizaciones de fenicios, romanos, vándalos y bizantinos, se halla rodeado por una antigua muralla. Es “el pueblo”, como les gusta llamarlo a los locales. Un lugar histórico que convive en armonía con la parte más moderna de la ciudad, donde se inician los recorridos en busca del patrimonio modernista más importante de España después de Cataluña.
El responsable de romper con las formas clásicas de la antigua ciudad de Melilla, y de relegar a un segundo plano el estilo ecléctico posterior, fue el arquitecto catalán Enric Nieto i Nieto, un discípulo de Gaudí que, tras haber colaborado en edificios como la Casa Milá, se trasladó a Melilla a principios del siglo XX. En aquel momento, el modernismo estaba en auge en Barcelona y, lo que aún no sabían los melillenses, es que pronto lo estaría también al otro lado del estrecho.
Poco antes de la llegada de Nieto, Melilla se había visto envuelta en una vorágine urbanística. La creciente industrialización, el aumento de su población debido a la inmigración y las necesidades sociales obligaron a los ingenieros militares, encargados hasta entonces de la arquitectura de la ciudad, a buscar nuevas soluciones. Eusebio Redondo Ballester fue el responsable de crear un proyecto para ampliar la ciudad sin afectar a su casco histórico o a los clásicos barrios que lo rodeaban. El resultado fue el ensanche Reina Victoria, una obra que se relacionó con la diseñada por Ildefonso Cerdá en Barcelona en el siglo XIX.
La llegada de Nieto, en 1909, supuso un punto de inflexión en el estilo arquitectónico de la época
Melilla confió su desarrollo al ingeniero militar Redondo Ballester por sus edificaciones modélicas de principios del siglo XX. Sin olvidar el crisol de culturas que componían la ciudad, trabajó tanto para la clase burguesa, como para los más humildes o la comunidad árabe, a quienes incluso diseñó un zoco que nunca llegó a realizarse.
La llegada de Nieto, en 1909, supuso un punto de inflexión en el estilo arquitectónico de la época. Los diseños sencillos y la ornamentación geométrica propia del clasicismo, así como los elementos decorativos del eclecticismo, desarrollados por los ingenieros militares de la época, pronto fueron reemplazados por los motivos florales, de animales o los rostros de mujer, visibles en muchas fachadas de la ciudad. También jugó con los colores tierra, como el marrón o el crema. Su primera obra, la entonces sede del diario El telegrama del Rif (1912), fue su punto de partida y uno de los edificios más valorados de la ciudad.
El auge del modernismo de Nieto en Melilla, algo más suave que el que se había desarrollado en Cataluña, hizo que fuera aplicado en todas las corrientes religiosas, por lo que diseñó tanto mezquitas como iglesias católicas. Su atrevimiento y dedicación hicieron que, en 1931, fuese nombrado arquitecto municipal. Un trabajo que desempeñó hasta su jubilación y que permitió que durante su trayectoria acabase incorporando a sus creaciones elementos clásicos, barrocos o art decó.
Para contemplar algunas de estas maravillas arquitectónicas bastará con acercarse al ensanche Reina Victoria. Más conocido como el Triángulo de oro, en él se pueden apreciar más de 900 edificios modernistas y art decó, 500 de ellos catalogados. Desde plaza de España, donde se encuentran el Palacio de la asamblea y la Casa Melul, la ruta continúa por la calle Ejército español, donde se ubican El telegrama del Rif y la Cámara de Comercio, hasta llegar a la plaza de Menéndez Pelayo, donde el edificio La Reconquista. Más adelante está la sinagoga Yamín Benarroch y la iglesia Sagrado corazón de Jesús. Justo al otro lado de la avenida Juan Carlos I, Rey están la Casa de los cristales, la Casa Tortosa y el edificio El Acueducto.
Aunque una gran mayoría de los edificios modernistas de Melilla son creaciones de Nieto, su influencia fue tan grande que otros arquitectos e ingenieros militares destacados de la ciudad comenzaron a dar un estilo modernista a sus obras. En muchas ocasiones, resultaba complicado diferenciarlas. En la galería os dejamos algunas de los edificios más representativos de la ciudad diseñados por el catalán.