América del Sur fue estudiada, medida y mostrada por dos de los más grandes viajeros de todos los tiempos: Alexander Humboldt y Charles Darwin. Si el primero recorrió Latinoamérica durante tres años, el segundo pasó por las costas de Brasil, Argentina, Chile y las Islas Galápagos en su recorrido de vuelta al mundo con el Beagle. Los dos observaron algunos de los paisajes más asombrosos de América del Sur.
“La naturaleza es el espacio de la libertad” (Humboldt en su obra Cosmos).
En la cima del Chimborazo, en Ecuador, el techo del mundo por entonces, exhausto por el esfuerzo y casi congelado por no llevar ropa adecuada, Humboldt pudo observar la naturaleza desde el punto más distante posible del planeta: alcanzó los 5.400 metros de altitud, apenas 300 metros de la cima según sus cálculos (en realidad, hoy sabemos que mide 6.263 metros sobre el nivel del mar).
Darwin llegó a América del Sur unas décadas más tarde que Humboldt. En una nota tomada durante una de sus expediciones a los Andes describió así el sentimiento que le causaba contemplar la naturaleza: “Me siento feliz de estar solo; experimento lo que se siente cuando se presencia una tempestad tremenda o cuando se oye un coro del Mesías ejecutado por una gran orquesta”.
Basta un recorrido por algunos de los paisajes más asombrosos de América del Sur para soñar, para imaginar horizontes, para vernos en el encuadre como en una postal, para sentir que algún secreto está apunto de desvelarse. Basta admirar algunos de estos paisajes para sentir aquella libertad de espíritu que describieron Humboldt y Darwin.