Gracias a las extraordinarias tareas de restauración que llevan a cabo los expertos, la belleza de los mosaicos romanos ha perdurado hasta nuestros días. Estas obras, que se pueden considerar herencia helenística, tienen una etimología inspiradora, ya que ‘mousaes’ en griego significa musa. Se cree que era debido a que estas obras de arte sólo podían crearlas auténticos artistas y maestros. Los romanos perfeccionaron las técnicas de su fabricación, convirtiéndose en verdaderos especialistas. Las teselas, una especie de molde cuadrangular, eran la base en la que se ubicaban después todas las piezas. A su vez, estas se colocaban en un suelo o una pared ya preparada para recibirlas. Los motivos utilizados son de diferente clase. Desde representaciones divinas hasta figuras geométricas, pasando por escenas mitológicas, domésticas o, incluso, sexuales. Los mosaicos romanos eran habituales en todas las partes de la domus, no solo en el comedor o en el dormitorio, también en las letrinas.