Las huellas de la Orden
Punta de lanza capitalina, el fuerte mira de reojo a la costa de Portopalo, en el extremo sureste de Sicilia y da la bienvenida a los cruceristas que renuevan los votos con la ciudad de los caballeros, lugar donde se cree que San Pablo naufragó, hogar también de la Santa Orden de Malta y refugio del pintor italiano Caravaggio. Sorteando el rompeolas que le precede se entra al majestuoso Grand Harbour, uno de los puertos más espectaculares del mundo. Atracar en él es hacer un viaje a la esencia misma del pequeño país, y es que es en la bahía donde uno ve el corazón de Malta, su naturaleza combativa, pues es allí donde tiempo atrás se libraron grandes batallas.
Sitiado por las Tres Ciudades (Senglea, Vittoriosa y Cospicua) que parecen abalanzarse a ella violentamente, La Valeta se abre imperial ante la mirada de los recién llegados. Un vistazo hacia arriba basta para admirar las fortificaciones hechas en esa piedra de aspecto dorado tan característica que tiñe la isla de un color inconfundible. Atrás, el Fuerte de San Angelo hace las delicias de los voyeurs que recrean antiguas batallas desde lo alto del Upper Barrakka Garden, y es que las huellas de la Orden de Malta se encuentran por todos lados: en el Palazzo Ferreria guardaban las armas, en los magníficos auberges vivían los caballeros, en la Concatedral de San Juan Bautista se encuentran enterrados algunos de los Grandes Maestres de la Orden y en el Palacio del Gran Maestre (actual oficina presidencial) vivió el fundador de la capital: Jean Parisot de Valette. Pero también a extramuros es visible el rastro de la orden. En la que fuera antiguamente la capital de Malta (Mdina), los templarios reconstruyeron la imponente Catedral de San Pablo, aunque la llamada Ciudad del Silencio encierra otros grandes monumentos como el Palacio de Vilhena, la Capilla de Santa Ágata o el Monasterio Benedictino.