Al norte de España, en la costa del mar Cantábrico, se encuentra la comunidad autónoma de Cantabria. La pequeña superficie que ocupa está llena de bellos paisajes, un contraste de colores que va desde el verde intenso al azul del océano Atlántico. Desde la parte más montañosa hasta el litoral, donde se encuentran algunas de las mejores playas de España, la provincia es un destino ideal para amantes de la naturaleza, de los pequeños pueblos detenidos en el tiempo, de la gastronomía, del turismo rural, de los faros, y de los deportes al aire libre.
Si hay un buen baluarte de la gastronomía, la arquitectura, la tradición y la cultura cántabra es, sin duda, el pueblo, y en esta región hay más de uno que vale la pena recorrer. Pueblos con encanto, como Potes, cruzado por multitud de puentes y base perfecta para conocer los Picos de Europa, son de visita obligada. Comillas, la joya costera, se alza como una villa pesquera tradicional con encantadores rincones, como los edificios y jardines de la Universidad Pontificia o el Palacio de Sobrellano. No se queda atrás Santillana de Mar, ni Liérganes, y desde luego, tampoco Bárcena Mayor.
Bárcena Mayor es conocido como el pueblo monumento de Cantabria. El único núcleo con habitantes de todo el Parque Natural Saja-Besaya es uno de los más bonitos de España. Declarado Conjunto Histórico Artístico, sus casas apiñadas son el vivo ejemplo de la arquitectura montañesa rural. Sus calles sin coches aportan al lugar un aspecto apartado, más del que ya tiene, entre hayedos y ríos y, por supuesto, ollas y pucheros que recuperan el alma a cualquiera.
Una de las comarcas con más belleza de Cantabria es La Liébana, recorrida por el río Deva, sumergida entre valles y alzada entre cumbres. Desde el cañón de La Hermida hasta la aldea de Pido se suceden balnearios de aguas mineromedicinales, templos como el de Santa María de Lebeña, valles como el de Bedoya y pueblos repletos de hórreos, como Luriezo, todo envuelto en la belleza del Parque Nacional de los Picos de Europa, con su gran riqueza de flora y fauna, donde lobos, urogallos y osos pardos conviven.
Dejando a un lado los Picos de Europa, los espacios naturales del interior de Cantabria son todo un aliciente para disfrutar de la naturaleza en otoño. Desde el Monte Hozarco, repleto de robles, castaños, tilos y acebos, hasta el bosque de secuoyas del Monte de Las Navas, cerca de Cabezón de la Sal, los planes son innumerables. El Valle del Nansa, con sus cortados, saltos de agua y túneles, se disputa la atención con el Parque Natural Saja-Besaya o el de los Collados de Ansón, pero no solo los tonos otoñales relucen.
Las playas de Cantabria son un regalo que deja la costa cantábrica en sus 285 km de largo. Querida por los amantes del surf y por los que buscan disfrutar más de la calma en la arena, hay para todos los gustos: en parques naturales, urbanas, más escondidas o agrestes. La de Covachos, en Soto de la Marina, tiene un acceso complicado, pero vale la pena. Al contrario que la de Oyambre, en el Tejo, donde los prados llegan hasta la arena, o la del Sardinero, en Santander, rodeada por un barrio con gran historia.
Capital
Santander
Moneda
Euro
Idioma oficial
Español
Visado
No