"Consideremos ahora la Vía Láctea. Aquí también encontraremos una cantidad de polvo imponderable; solo que los granos de este polvo ya no son átomos sino estrellas […]En otras palabras, a los ojos de un gigante, para quien nuestras estrellas no serían más que lo que los átomos son para nosotros, la Vía Láctea solo se vería como una pequeña burbuja de gas". De este modo se imaginaba Henri Poincaré nuestro vecindario cósmico en su obra Ciencia y Método: una galaxia espiral que pese a tener un diámetro aproximado de unos 100.000 años luz, y el cual se calcula, posee entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas, no deja de ser una pequeña y remota parte del universo; una insignificante a otra escala que trascienda un poco más allá de la otorgable por los seres humanos.
Sin embargo, la Vía Láctea es nuestro hogar, el rincón en la inmensidad cósmica donde se alberga ese pálido punto azul que nos da cobijo. Un recoveco con sus particularidades y rasgos distintivos. En esta galería fotográfica descubrirás algunas de las características de esta rareza espacial de 13.600 millones de años que habitamos.